Este lunes el Papa Francisco ha recibido a los miembros de la Fundación Universitaria Biomédica donde ha resaltado la importancia del cuidado integral de los pacientes, más allá incluso de la propia medicina.
En su discurso, Francisco destacó que “anteponer el enfermo a la enfermedad es esencial en todos los campos de la medicina; es fundamental para que el tratamiento sea verdaderamente integral, verdaderamente humano. El enfermo antes que la enfermedad. A esto os animó el beato Álvaro del Portillo, a poneros cada día al servicio de la persona humana en su totalidad. Os doy las gracias por esto, es muy agradable a Dios”.
En este sentido, el Papa destacó la importancia de la “centralidad de la persona” en la asistencia sanitaria donde “el amor al hombre, especialmente en su condición de fragilidad, en el que brilla la imagen de Jesús Crucificado, es específico de una realidad cristiana y no debe perderse nunca”.
"Vivimos una verdadera cultura del descarte"
El Papa exhortó a la sanidad católica a “testimoniar con hechos que no hay vidas indignas o que descartar porque no responden al criterio de la utilidad o a las exigencias del beneficio”.
Recordó igualmente que se vive “una verdadera cultura del descarte; es, un poco, el aire que se respira y tenemos que reaccionar contra esta cultura del descarte. Todo centro sanitario, en particular los de inspiración cristiana, debería ser un lugar donde se practica el cuidado de la persona y donde se puede decir: ‘Aquí no se ven sólo médicos y enfermos, sino personas que se acogen y se ayudan mutuamente: aquí se puede experimentar la terapia de la dignidad humana’ que nunca puede negociarse y que hay que defender siempre”.
Atención al individuo, sí; pero sin olvidar la ciencia y la investigación. Francisco recalcó que “el cuidado sin la ciencia es vano, al igual que la ciencia sin el cuidado es estéril. Los dos van juntos, y sólo juntos hacen de la medicina un arte, un arte que implica cabeza y corazón, que combina conocimiento y compasión, profesionalidad y piedad, competencia y empatía”.
"La ciencia -agregó-, no sólo los productos de la ciencia que, si se ofrecen solos, siguen siendo tiritas capaces de taponar el mal pero no de curarlo en profundidad. Esto se aplica a las vacunas, por ejemplo: es urgente ayudar a los países que tienen menos, pero hay que hacerlo con planes de largo alcance, no sólo motivados por la prisa de las naciones ricas por ser más seguras. Los medicamentos deben distribuirse con dignidad, no como limosnas piadosas".
“Es hermoso poder hacer frente a mayores emergencias con aperturas cada vez más grandes. Y es importante hacerlo juntos. Hago hincapié en esta sencilla pero difícil palabra: juntos. La pandemia nos ha mostrado la importancia de conectarnos, de colaborar, de abordar unidos los problemas comunes. La sanidad, en particular la católica, necesita y necesitará cada vez más esto, estar en red, que es una forma de expresar el conjunto. Ya no es tiempo de seguir el propio carisma de forma aislada. La caridad requiere el don: el saber se comparte, la competencia se intercambia, la ciencia se pone en común”, agregó en su intervención.
Por ello, el Santo Padre consideró que para “hacer un bien real, necesitamos promover la ciencia y su aplicación integral: entender los contextos, enraizar los tratamientos, fomentar la cultura sanitaria. No es fácil, es una verdadera misión, y espero que la sanidad católica sea cada vez más activa en este sentido, como expresión de una Iglesia extrovertida, de una Iglesia en salida”.