Aunque los católicos apenas suponen un 0,01% de la población de Kazajistán, se consideran una minoría muy necesaria en este inmenso crisol de culturas y religiones que es el país centroasiático. Aurora Díaz Soloaga es una laica española, miembro del Opus Dei, y vive desde hace 15 años en el país. En una entrevista a Vatican News cuenta lo que supone para ellos la visita del Papa.
"Francisco es un mensajero de la Paz. Mucha gente sabe que el Papa hace un gran esfuerzo por hablar de paz, por transmitir paz y buscar esa paz, eso es algo que aquí se valora mucho. La cultura kazaja está abierta por definición a recibir al otro, a comprenderlo", apunta Soloaga, sobre la visita del Santo Padre para participar en el VII Congreso de Religiones Mundiales y Tradicionales.
Acostumbrados a la acogida
En este sentido, Aurora, que trabaja en la Universidad de Almaty, destaca el rasgo de apertura de los kazajos, acostumbrados a recibir deportados a lo largo de toda su historia. "El país ha recibido siempre influencias de otras culturas. Buscar la armonía y la paz está muy enraizado en su cultura", relata.
"Hay mucho en común entre el Papa y la gente de Kazajistán", señala Aurora. La española asegura que los kazajos están muy contentos de recibir a un "mensajero de paz" como Francisco, ya que en el país se valora mucho el hecho de tener valores espirituales y poder conversar de ellos con el resto de las personas.
En cuanto a la Iglesia católica, la española cree que desde Kazajistán se la ve con unos ojos más abiertos que en otros países de mayoría musulmana. "Está vista de una forma más abierta que en otras partes del mundo. A veces se la identifica con Europa, pero luego, se sabe perfectamente que el Papa es el representante de una Iglesia que está presente en todo el mundo", relata.
"Un templo allí donde vayan"
En este sentido, se identifica a la Iglesia, y se la valora mucho por ello, con un carácter católico, universal, asegura Díaz Soloaga. Para las personas que conoce que se han acercado a la Iglesia en Kazajistán, esto es una de las cosas que más han apreciado: "Que allí donde vayan, por trabajo o por el motivo que sea, van a encontrar una Iglesia católica, una comunidad que les acoge, eso se sabe y se valora".
Sin embargo, en Kazajistán no siempre se pudo acudir a misa con libertad. La minoría católica del país ha tenido que pasar por muchas persecuciones a lo largo de la historia, que hoy, por suerte, ya están superadas. En 1992 se restablecieron las relaciones entre la Santa Sede y Kazajistán, y los vínculos entre ambos son muy cordiales.
Aquí puedes ver un reciente reportaje sobre la Iglesia Católica en Kazajistán.
Y, es que, para Kazajistán, el noveno país más grande de la tierra, repleto de etnias diferentes y un gran número de fronteras con otros países, la paz y la estabilidad se vuelven indispensables. Por ello, desde los últimos años, las autoridades intentan fomentar una cierta laicidad que permita la convivencia y el trabajo común con otras religiones.
Perseguidos pero fortalecidos
Gracias a este clima de libertad, la minoría católica, a la que pertenece Aurora, se fortalece cada día más en Kazajistán. En las tres diócesis del país se abren nuevas iglesias y hay bautizos todos los años, gracias al trabajo de sacerdotes procedentes de Europa, América Latina y Asia.
En la ciudad de Karaganda, precisamente, la catedral de Nuestra Señora de Fátima, consagrada en 2012, recuerda a las víctimas del que fue uno de los mayores centros de persecución del régimen comunista, el complejo correccional "Karlag", en el que murieron sacerdotes, laicos católicos y miembros de muchas otras religiones.