El Papa Francisco, ya restablecido de la fiebre, que le obligó a suspender su agenda, ha afrontado este sábado con todos los compromisos que tenía, entre ellos la audiencia a directores de cine, guionistas, escritores y poetas que han participado en una conferencia organizada por La Civiltà Cattolica y la Universidad de Georgetown, y cuyo título ha sido “La estética global de la imaginación católica”.
Entre los asistentes a la audiencia se encontraba Martin Scorsese, director de multitud de películas, como Taxi Driver o Uno de los nuestros, así como de Silencio, que trata de la persecución y el martirio de los católicos en Japón.
En su intervención, el Papa confesó haber admirado ya muchos poetas y escritores, y citó particularmente a dos: Dante y Dostoievski. “Las palabras de los escritores me han ayudado a comprenderme a mí mismo, al mundo, a mi pueblo; pero también a profundizar en el corazón humano, a ahondar en mi vida personal de fe, e incluso en mi tarea pastoral, incluso ahora en este ministerio. Así pues, la palabra literaria es como una espina en el corazón que te mueve a la contemplación y te pone en camino. La poesía es abierta, te lanza a otro lugar. A partir de esta experiencia personal, me gustaría compartir hoy con vosotros algunas reflexiones sobre la importancia de su servicio”, agregó Francisco.
Tal y como recoge Vatican News, Francisco dijo que las de los artistas son miradas al mundo abiertas en una doble dirección. "Son ojos que miran y sueñan", pero “no sólo para mirar, sino también para soñar. Los seres humanos anhelamos un mundo nuevo que probablemente no veremos del todo con nuestros propios ojos, y sin embargo lo anhelamos, lo buscamos, soñamos con él. Un escritor latinoamericano decía que tenemos dos ojos: uno de carne y otro de cristal. Con el de carne miramos lo que vemos, con el de cristal miramos lo que soñamos. ¡Pobres de nosotros si dejamos de soñar!”.
El artista, explicó el Papa, es "el hombre que con sus ojos mira y al mismo tiempo sueña". Un hombre que "ve más profundamente", dando forma a una manera diferente de "comprender las cosas que están ante nuestros ojos". La poesía, añadía el Pontífice, ayuda a "captar la voz de Dios incluso desde la voz del tiempo": “El de usted es -citando a Paul Claudel- un 'ojo que escucha'. Un ojo que escucha. El arte es un antídoto contra la mentalidad del cálculo y la uniformidad; es un desafío a nuestra imaginación, a nuestra forma de ver y entender las cosas. Y en este sentido el mismo Evangelio es un desafío artístico, con una carga 'revolucionaria' que tú estás llamado a expresar a través de tu genio con una palabra que protesta, que llama, que grita. Hoy la Iglesia necesita tu genio porque necesita protestar, llamar y gritar”, prosiguió Francisco.
Por todo ello, señaló que los poetas, escritores, guionistas y directores son entonces "la voz de las angustias humanas", que tantas veces "están enterradas en lo más profundo del corazón". El Papa apuntó también a este horizonte, subrayando que "la inspiración artística no sólo es reconfortante, sino también inquietante, porque presenta tanto las realidades bellas de la vida como las trágicas".
“Por ejemplo, pensemos en cuando Dostoievski, en Los hermanos Karamazov, habla de un niño pequeño, hijo de una sirvienta, que tira una piedra y golpea la pata de uno de los perros del amo. Entonces el amo pone a todos los perros contra el niño. El niño huye e intenta salvarse de la furia de la jauría, pero finalmente acaba siendo mutilado ante los ojos satisfechos del general y los desesperados de su madre. Esta escena tiene un tremendo poder artístico y político: habla de la realidad de ayer y de hoy, de las guerras, de los conflictos sociales, de nuestro egoísmo personal”.
Francisco continuó explicando que "hay cosas en la vida que, a veces, ni siquiera podemos entender o para las que no encontramos las palabras adecuadas". Este es, añade, el "terreno fértil", el "campo de acción" de los artistas de la palabra. Y es también "el lugar donde a menudo experimentamos a Dios". Una experiencia siempre "desbordante": “Como una piscina en la que el agua cae constantemente y, al cabo de un rato, se llena y el agua rebosa, se desborda. Esto es lo que también me gustaría pediros hoy: que vayáis más allá de las fronteras cerradas y definidas, que seáis creativos, sin domesticar vuestras angustias y las de la humanidad. Temo este proceso de domesticación, porque quita creatividad, quita poesía. Con la palabra de la poesía, recoged los deseos inquietos que habitan en el corazón humano, para que no se enfríen y no se apaguen.”
Esta obra que ilumina el corazón humano, subrayó el Pontífice, "permite al Espíritu actuar, crear armonía dentro de las tensiones y contradicciones de la vida humana, mantener encendido el fuego de las buenas pasiones y contribuir al crecimiento de la belleza en todas sus formas, esa belleza que se expresa precisamente a través de la riqueza de las artes".
“Este es su trabajo como poetas, narradores, directores, artistas: dar vida, dar cuerpo, poner palabras a todo lo que los seres humanos viven, sienten, sueñan, sufren, creando armonía y belleza. Es una labor evangélica que también nos ayuda a comprender mejor a Dios, como gran poeta de la humanidad. ¿Le criticarán? Bien, soporta el peso de la crítica, y trata también de aprender de la crítica. Pero, aun así, no dejes de ser original, creativo. No pierdas la maravilla de estar vivo.”
“Su trabajo nos ayuda a ver a Jesús, a sanar nuestra imaginación de todo lo que oscurece su rostro o, peor aún, de todo lo que quiere domesticarlo. Domesticar el rostro de Cristo, casi intentar definirlo y encerrarlo en nuestros esquemas, es destruir su imagen: el Señor siempre nos sorprende, Cristo siempre es más grande, siempre es un misterio que de alguna manera se nos escapa. Es difícil enmarcarlo y colgarlo en la pared.”
"El Señor -explicó el Pontífice- siempre nos sorprende y cuando no sentimos que el Señor nos sorprende, algo no funciona: nuestro corazón es finito y cerrado".