Este miércoles por la mañana, el Papa continuó en la Audiencia General la catequesis sobre los sacramentos, en este caso sobre la Confirmación, cuyas partes explicó a los miles de presentes en la Plaza de San Pedro.
En primer lugar, la renovación de "las promesas hechas en su día por padres y padrinos": "Ahora son ellos mismos [los confirmandos] quienes profesan la fe de la Iglesia", respondiendo "creo" a las preguntas del obispo.
En segundo lugar, "la venida del Espíritu Santo exige corazones recogidos en oración", por lo que, "después de la oración silenciosa de la comunidad, el obispo, con las manos extendidas sobre los confirmandos, suplica a Dios que infunda en ellos su Espíritu", con la riqueza de sus dones: "Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor de Dios".
Francisco recordó que "el único Espíritu distribuye múltiples dones que enriquecen a la única Iglesia: es el Autor de la diversidad, pero al mismo tiempo el Creador de la unidad. Así, el Espíritu da todas estas riquezas, que son distintas, pero del mismo modo hace la armonía, esto es, la unidad de todas estas riquezas espirituales que tenemos los cristianos".
En tercer lugar, la imposición de manos, "gesto bíblico para expresar la efusión del Espíritu", al que se añade "la unción con óleo perfumado, llamado crisma".
El óleo, dijo el Papa, es "sustancia terapéutica y cosmética", esto es, "entrando en los tejidos del cuerpo cura las heridas y perfuma los miembros". Es la simbología bíblica y litúrgica para expresar la acción del Espíritu Santo, que "consagra y empapa al bautizado, embelleciéndolo con los carismas". El Espíritu Santo es el "don invisible", y el crisma el "sello visible", una "impronta espiritual indeleble, el 'carácter', que lo configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para difundir entre los hombres su 'buen olor'".
Francisco concluyó reordando que el don del Espíritu "debe protegerse con cuidado y seguirse con docilidad, dejándose moldear como la cera por el fuego de su caridad".
Queridos hermanos:
El rito de la confirmación tiene varios gestos litúrgicos que expresan la profundidad de este sacramento de la iniciación cristiana. Antes de recibir la unción que confirma y refuerza la gracia del bautismo, los candidatos son llamados a renovar las promesas bautismales y hacer profesión de fe. Después de un silencio orante, el Obispo extiende las manos sobre los confirmados e invoca la efusión del Espíritu sobre ellos. El Espíritu enriquece con sus dones a los miembros de la Iglesia, construyendo así la unidad en la diversidad.
Según la tradición apostólica, el Espíritu se comunica a través de la imposición de las manos. A este gesto, se une la unción del aceite perfumado o crisma, que indica cómo el Espíritu entra hasta lo más profundo de nosotros, embelleciéndonos con tantos carismas. De este modo, el sacramento se confiere con la unción del santo crisma en la frente y pronunciando estas palabras: «Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». Es una señal visible del don invisible. Un carácter indeleble que nos configura más plenamente con Jesús y nos da la gracia para difundir por el mundo el buen olor de Cristo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a acoger y custodiar con gratitud y docilidad este hermoso regalo que nos da Dios, que es su Espíritu, de modo que el fuego de su amor plasme en nosotros la imagen de Jesús para poder ser discípulos misioneros en el mundo de hoy. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.