El Papa Francisco se reunió este lunes en la basílica papal de San Juan de Letrán con los obispos, sacerdotes y religiosos de la diócesis de Roma para hablar de las “enfermedades espirituales”, en alusión a la ruptura del equilibrio de "la salud y la vitalidad" que puede padecer el alma humana, frenando, en el caso cristiano, "el dinamismo evangélico sostenido por la fe".

La celebración se inició con un momento de oración seguido por la presentación de los trabajos realizados en las distintas parroquias, representados por una comisión diocesana cuyo portavoz fue Paolo Asolan, profesor del Instituto pastoral "Redemptor Hominis", de la Pontificia Universidad Lateranense.


La necesidad de establecer estructuras jerárquicas más flexibles que no fomenten la brecha generacional dentro de la Iglesia, la exigencia de proporcionar a los fieles una formación más profunda en la fe, la falta de tiempo dedicado a la oración; así como la importancia de fomentar la comunión cristiana en las comunidades y el deseo de incluir a los pobres en las actividades pastorales de la Iglesia en lugar de considerarlos únicamente como "destinatarios de los servicios eclesiales", fueron algunas de las propuestas presentadas al Papa por esta comisión diocesana.

Tal y como informa Vatican News, quiso hacer una "radiografía" que refleja algunas de las "enfermedades espirituales" que padecen muchas parroquias y comunidades, con la esperanza de encontrar una "cura" para estas "dolencias del alma".


Tras escuchar con atención esta síntesis de las "enfermedades espirituales" que afligen al organismo eclesial, partiendo a veces desde las raíces, el Santo Padre contestó de manera espontánea a ciertas preguntas formuladas por algunos de los participantes, tomando como hilo conductor de sus reflexiones, la base del magisterio recogido en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium.

Ante la cuestión de cómo se puede curar la enfermedad del espíritu, el Pontífice propuso buscar la "curación de las raíces de nuestra fe", procurando hallar una auténtica sanación y no una mera "anestesia", algo que sólo se consigue, dijo Francisco, a través de un diálogo espiritual: "hablando con el Señor", confiándole nuestros dolores, nuestras debilidades; y también se logra "visitando al ambulatorio", es decir, frecuentando la Iglesia, leyendo escritos que ayuden a entender mejor nuestra enfermedad, y poder así encontrar el tratamiento adecuado para hacerle frente.


La segunda pregunta planteada en el encuentro, fue acerca de la necesidad de recuperar la relación de comunión de los feligreses con la Diócesis, recuperando "el gusto de ser parte del pueblo de Dios", evitando el riesgo de crear "fieles consumidores de un bienestar espiritual", que buscan solamente la novedad o el estímulo de experiencias individuales sin entrar en el misterio de "la encarnación"; especialmente en una ciudad como Roma, donde las congregaciones y las instituciones están centralizadas.

En este sentido, el Santo Padre, habló sobre lo fundamental de "fortalecer nuestro organismo", consolidando la identidad cristiana como Pueblo de Dios, ya que la "espiritualidad comunitaria nos cura", porque consiste en compartir con los demás la fe, sin buscar "aligerar la espiritualidad", puesto que a menudo, corremos el riesgo de seguir a "un Dios sin Cristo, a un Cristo sin Iglesia y a una Iglesia sin Pueblo".


La tercera pregunta, giró en torno al tema de la armonía espiritual, tan difícil de conciliar en la vida de la parroquia, así como en las actividades propuestas por la diócesis, ya que a veces resulta sencillo perder el entusiasmo debido a la rutina, las preocupaciones externas y la dificultad para llegar a un acuerdo común a la hora de ponerlas en práctica. Y más aún, conociendo la urgencia de encontrar una dirección y un horizonte concreto.

Al respecto, el obispo de Roma, recordó lo que decía San Basilio: "el Espíritu Santo es la armonía", capaz de poner orden en la vida espiritual, parroquial y comunitaria.

Por tanto, el Pontífice propuso buscar la fuerza del Espíritu de Dios, "que nos acompaña para que no caigamos el riesgo de sumar en la vida sin armonizar".

Y para ello, Francisco propuso tres puntos centrales que nos pueden ayudar a encontrar la armonía:
1- Encontrar a Cristo en el Evangelio, sugiriendo "leer el evangelio cada día".
2- Practicar la oración, ya que- dijo el Sucesor de Pedro- si lees el Evangelio "te vienen ganas de hablar con el Señor y hacer un diálogo con Él".
3- Poner en práctica las obras de misericordia.


La última cuestión presentada, fue acerca de las impresiones que tuvo el Papa tras su reunión presinodal con los jóvenes del mundo, que tuvo lugar en Roma, en marzo de 2018, y en la que se habló, del rol y de los desafíos de la juventud en la Iglesia, con una clara necesidad de plantear un "repensamiento de la pastoral juvenil", teniendo en cuenta que, cada vez con mayor frecuencia, resulta evidente "la desorientación en el mundo de los adultos".

En este sentido, el Pontífice destacó que el grito de los jóvenes de hoy, es "ser salvados de la droga", una droga entendida como la alienación cultural, la alienación de los valores.

Asimismo, el Santo Padre expresó su preocupación ante la realidad de una juventud cada vez más "virtualizada", que no siempre es capaz de comunicarse con los demás manteniendo los "pies en la tierra".

"Cuando el mundo virtual se convierte en alienante, pierde su autenticidad", por ello hay que ayudar a los jóvenes a que "aterricen en el mundo real", y para ello es esencial "volver a las raíces", "conocer las raíces", "dialogar con los ancianos", que son- añadió Francisco- la memoria viviente de cada pueblo, de cada nación.

Tras terminar esta primera etapa de diálogo espontáneo entre el Obispo de Roma y su Diócesis, el Papa culminó el encuentro con la lectura del discurso que había preparado en alusión al tema de "las enfermedades espirituales".