"Sigo pensando en la grave situación en Palestina y en Israel, donde muchísimas personas han perdido la vida. Os pido que os detengáis, en nombre de Dios: ¡cesad el fuego!": al concluir este domingo el rezo del Angelus en la Plaza de San Pedro, Francisco tuvo estas palabras sobre la guerra que se libra en Gaza. Pidió asimismo "que se pueda socorrer a los heridos, que las ayudas lleguen a la población de Gaza, donde la situación humanitaria es gravísima y que liberen inmediatamente a los rehenes".
Previamente, había comentado el Evangelio del día, con las duras palabras de Jesucristo a los escribas y fariseos porque "dicen y no hacen y todo lo que hacen lo hacen para aparentar".
El Papa se detuvo brevemente en ambos aspectos, "la distancia entre el decir y el hacer y el primado del exterior sobre el interior".
Duplicidad de vida
Jesús cuestiona "la duplicidad de vida" de los líderes religiosos del pueblo judío, porque "predican una cosa, pero después viven otra", como lo había hecho también el profeta Elías cuando lamentaba: "Ese pueblo me ha honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí" (Is 29,13). Pero esa "duplicidad de corazón" es un "peligro" también hoy para nosotros, "que pone en riesgo la autenticidad de nuestro testimonio y también nuestra credibilidad como personas y como cristianos".
El Papa aclaró que una cosa es, por "fragilidad", que haya una "cierta distancia" entre lo que decimos y lo que hacemos, y otra cosa es "tener el corazón doble sin hacerse un problema de ello".
Una imagen de los fieles congregados este domingo para escuchar al Papa.
En particular, en el caso de personas con responsabilidad social. Por eso, "para un sacerdote, un trabajador pastoral, un político, un profesor o un padre, vale siempre esta regla: esto que dices, esto que predicas a los demás, comprométete tú a vivirlo primero".
"Para ser maestros con autoridad", cerró esta parte, "es necesario ser primero testigos creíbles".
Gente "maquillada"
En cuanto al primado del exterior sobre el interior, el Papa recordó que los escribas y fariseos tenían que "esconder su incoherencia para salvar su reputación exterior", porque de saberse lo que había realmente en su corazón, "se avergonzarían, perdiendo toda su credibilidad". Por lo cual, tenían que "aparentar ser justos, para salvar las apariencias”.
La gente "maquillada", calificó Francisco, "no sabe vivir la verdad", y es una tentación común a todos: "¿Tratamos de practicar lo que predicamos, o vivimos en la duplicidad? ¿Decimos una cosa y hacemos otra? ¿Estamos preocupados solo por mostrarnos impecables fuera, maquillados, o cuidamos de nuestra vida interior en la sinceridad del corazón?".
Pídamole a la Santísima Virgen, concluyó, su misma "integridad y humildad del corazón, según la voluntad de Dios", y que "nos ayude a volvernos testigos creíbles del Evangelio".