Ocho internos católicos, dos musulmanes, un ortodoxo y un budista fueron los escogidos para la ceremonia del lavatorio de pies en la Misa de la Última Cena, que el Papa ofició este Jueves Santo en la cárcel romana de Regina Coeli después de visitar a los que se encuentran en la enfermería. Los presos eran de siete nacionalidades (Italia, Filipinas, Marruecos, Moldavia, Colombia, Nigeria y Sierra Leona) y a todos Francisco lavó y besó los pies, tras explicar antes, en una breve homilía, el sentido de este gesto.

En la época en la que Jesús lo hizo, era "una tarea de esclavos": "La gente se ensuciaba los pies y a la entrada de la casa había esclavos que les lavaban los pies. Era un servicio, un servicio hecho por esclavos. Jesús quiso hacer ese servicio para darnos un ejemplo de cómo debemos nosotros servirnos unos a otros".



"Jesús le da la vuelta a la costumbre histórica, de la cultura de aquella época y también de la actual", para transmitirnos que "quien manda debe servir".



"Es verdad que hay gente que no facilita esta actitud", concedió Francisco, "gente soberbia, gente odiosa, gente que quizá desea nuestro mal. Pero nosotros estamos llamados aún más a servirles. Y también hay gente que sufre, que es descartada por la sociedad, y Jesús acude a decirles: 'Para mí sí eres importante'. Jesús viene a servirnos, y el signo de que Jesús nos sirve está hoy aquí, en la cárcel de Regina Coeli".

"Jesús se arriesga por cada uno de nosotros", continuó el Papa: "Que sepáis que Jesús se llama Jesús, no se llama Poncio Pilato. Jesús no sabe lavarse las manos, solamente sabe arriesgar".


El altar en bronce donde se celebró la misa es obra del escultor Fiorenzo Bacci, quien la regaló al Papa hace año y medio. Ahora Francisco la obsequió a la cárcel Regina Coeli.

Francisco se refirió entonces a la imagen bajo el altar: "Mirad qué imagen tan bella. Jesús agachado entre las espinas, corriendo el riesgo de herirse para rescatar a la oveja perdida".



"Hoy yo, que soy un pecador como vosotros, represento a Jesús, soy embajador de Jesús", concluyó el Papa: "Cuando me agache ante cada uno de vosotros, pensad: Jesús se ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir hasta mí y decirme que me ama. Éste es el servicio, esto es Jesús. No nos abandona nunca. Nunca se cansa de perdonarnos. Nos ama mucho. ¡Mirad cómo se arriesga Jesús!".

Fotos: Oficina de Prensa de la Santa Sede.