Coincidiendo con estas reuniones ha visto precisamente la luz el libro Dios es joven (Planeta), un nuevo libro entrevista con el Papa Francisco, en el que habla con el periodista Thomas Leoncini.
En el habla de la situación actual de los jóvenes, sus retos, sus preocupaciones y del futuro que les espera. “Pienso que debemos pedirles perdón a los chichos porque no siempre los tomamos en serio”, asegura el Papa en el libro.
Uno de los grandes problemas de la juventud es el acceso al mundo laboral y la precariedad de sus trabajos. De este modo, Francisco asegura que “no se puede aceptar que muchísimos jóvenes sean explotados por quienes les dan trabajo con falsas promesas, con pagos que no llegan nunca, con la excusa de que son jóvenes y deben adquirir experiencia”.
Pero además criticó que se eduque a los jóvenes “en una sociedad desarraigada, donde no se facilita que generen vínculos, provocando una terrible alienación que para una persona implica no tener raíces, no pertenecer a nadie”.
Uno de los ejemplos que cuenta el Papa en el libro-entrevista y que recoge Alfa y Omega lo vivió en Buenos Aires cuando se subió a un taxi: “El conductor estaba muy preocupado, casi afectado, y me pareció enseguida un hombre inquieto. Me miró por el espejo retrovisor y me dijo: ‘¿usted es el cardenal?’. Yo contesté que sí y él replicó: “¿Qué debemos hacer con estos jóvenes? No sé cómo manejar a mis hijos. El sábado pasado subieron al taxi cuatro chicas apenas mayores de edad, de la edad de mi hija, y llevaban cuatro bolsas llenas de botellas. Les pregunté qué iban a hacer con todas aquellas botellas de vodka, whisky y otras cosas; su respuesta fue: ‘Vamos a casa para prepararnos para la juerga de esta noche‘”. Este relato me hizo reflexionar mucho: esas chicas eran como huérfanas, parecía que no tuvieran raíces, querían convertirse en huérfanas de su propio cuerpo y de su razón. Para garantizarse una velada divertida, tenían que llegar ya borrachas. Pero ¿qué significa llegar a la juerga ya borrachas?”.
Esto le llevaba a reflexionar sobre la adolescencia permanente en la que viven muchos adultos, que tienen un miedo atroz a envejecer,como si esto fuera "sinónimo de una vida agotada", y lamenta que "hay demasiados padres con cabeza adolescentes".
Para el Papa, de hecho, lo que se necesita hoy es "el diálogo de los jóvenes con los ancianos: una interacción entre viejos y jóvenes, incluso saltándonos, temporalmente, a los adultos. Jóvenes y ancianos deben hablarse y deben hacerlo cada vez más a menudo: ¡es algo muy urgente!", asegura. "Pero esta sociedad rechaza a los unos y a los otros, rechaza a los jóvenes al igual que rechaza a los viejos. Y, sin embargo, la salvación de los viejos es darles a los jóvenes la memoria, y esto convierte a los viejos en unos auténticos soñadores de futuro; mientras que la salvación de los jóvenes es tomar estas enseñanzas, estos sueños, y seguir en la profecía. […] Viejos soñadores y jóvenes profetas son el camino de salvación de nuestra sociedad desarraigada: dos generaciones de rechazados nos pueden salvar a todos".