El Papa Francisco viajó en su último día de visita a Chile antes de pasar a Perú, a la ciudad norteña de Iquique donde presidió la Eucaristía en el Campus Lobito. En la misa no sólo estaban los católicos de la zona sino que miles de peruanos cruzaron la frontera para acompañar al Santo Padre.

En su homilía el Papa habló de las bodas de Caná y la alegría que proviene de Dios y que se “contagia de generación en generación”. “¡Cómo saben ustedes de esto, queridos hermanos del norte chileno! ¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta! Sus fiestas patronales, sus bailes religiosos, su música, sus vestidos hacen de esta zona un santuario de piedad popular”, dijo el Papa, provocando los aplausos de los fieles.


Es precisamente con esta alegría con la que se puede lograr “engendrar actitudes interiores” como la “paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción”, explicó el Papa.

En este aspecto, la Virgen María tiene mucho que ver pues ella hace que “prevalezca” esta alegría porque siempre está “atenta” y en Caná se dio cuenta de que “había algo que estaba por ‘aguar’ la fiesta”. “Acercándose a su Hijo, las únicas palabras que le escuchamos decir son: ‘no tienen vino’. Y así María anda por nuestros poblados, calles, plazas, casas, hospitales”, aseguró.



María “no se queda callada”, agregó el Papa, sino que dice “hagan todo lo que Él les diga”, recoge Aciprensa. “María, mujer de pocas palabras, pero bien concretas, también se acerca a cada uno de nosotros a decirnos tan sólo: ‘Hagan todo lo que Él les diga’. Y de este modo se desata el primer milagro de Jesús: hacer sentir a sus amigos que ellos también son parte del milagro”, sostuvo el Pontífice.


Posteriormente, recordó que Iquique es una “zona de inmigrantes”, de “familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida”. Pidió que la ciudad continúe siendo una tierra de “hospitalidad festiva”, “porque sabemos bien no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar”.

Volviendo al Evangelio, Francisco pidió estar atentos de las situaciones que hacen perder la “alegría”: injusticia, explotación, precarización del trabajo, falta de techo, tierra y trabajo.

“Como María digamos con fe: no tienen vino. Como los servidores de la fiesta aportemos lo que tengamos, por poco que parezca. Al igual que ellos, no tengamos miedo a ‘dar una mano’, y que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que podamos entonarle a nuestro Señor”, exhortó el Papa.

Por ello, indicó que hay que dejar a Jesús “que termine el milagro, transformando nuestras comunidades y nuestros corazones en signo vivo de su presencia, que es alegre y festiva”.