El Papa presidió ante más de 400.000 personas el primer acto multitudinario en su visita a Chile. En el parque O´Higgins de Santiago, Francisco celebró una Eucaristía en la que también coronó la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de Chile.

En su homilía el Papa habló de las bienaventuranzas, completamente actuales, y las definió “como el horizonte del cristiano”.


De este modo, Francisco indicó que “las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la ‘palabrería barata’ de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción  en nuestras comunidades, en nuestras vidas”.

Por todo ello, recordó que al llamar bienaventurado al pobre, al afligido, al que ha perdonado, Jesús “viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no pueden cambiar, del que ha dejado de creer en el poder transformador de Dios Padre y en sus hermanos, especialmente en sus hermanos más frágiles, en sus hermanos descartados”.



Dirigiéndose a las decenas de miles de personas allí presentes, el Papa reflexionó sobre qué bueno es pensar que Jesús llama a uno bienaventurado. “Frente a la resignación que como un murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación”.


Prosiguiendo con su homilía, Francisco consideró que la bienaventuranza “nos hace artífices de paz”. “¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz? Trabaja por la paz”, añadió.

Llamó a los presentes “a sembrar la paz a golpe de proximidad, de vecindad. A golpe de salir de casa y mirar rostros, de ir al encuentro de aquel que lo está pasando mal, que no ha sido tratado como persona, como un digno hijo de esta tierra”.

Además, el Papa avisó de que “el trabajador de la paz sabe que muchas veces es necesario vencer grandes o sutiles mezquindades y ambiciones, que nacen de pretender crecer y ‘darse un nombre’, dente prestigio a costa de otros”.

Y citando a San Alberto Hurtado dijo: “Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”.