El encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina da vida a la gratitud expresada en el “Gloria”, un himno antiguo y venerable con el cual la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios Padre y al Cordero.
“El canto del gloria comienza con las palabras de los ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén y continúa con aclamaciones de alabanza y agradecimiento a Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
Este canto, precisó el Papa, nos implica también a nosotros recogidos en oración: “Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz a los hombres de buena voluntad”.
“Después del Gloria viene la oración llamada colecta. Con la expresión ‘oremos’, señaló el Obispo de Roma, el sacerdote invita al pueblo a recogerse en un momento en silencio, para que cada uno tome conciencia de estar en la presencia de Dios y formular en su espíritu sus deseos”.
El silencio, puntualizó el Papa Francisco, no se reduce a la ausencia de palabras, sino a disponerse a escuchar otras voces: aquellas de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo. “En la liturgia, la naturaleza del sagrado silencio depende del momento en el cual se realiza: ‘Durante el acto penitencial y después en la invitación a la oración, ayuda al recogimiento; después de la lectura u homilía, es una invitación a meditar brevemente lo que se ha escuchado; después de la Comunión, favorece la oración interior de alabanza y suplica’. Por lo tanto – dijo el Papa – antes de la oración inicial, el silencio ayuda a recogernos en nosotros mismos y a pensar porque estamos ahí. Es esta la importancia de escuchar nuestro espíritu para abrirlo luego al Señor”.
La oración colecta – precisó el Pontífice – está compuesta, primero, de una invocación del nombre de Dios, y en la que se hace memoria de lo que él ha hecho por nosotros, y en segundo lugar, de una súplica para que intervenga.
“El sacerdote recita esta oración con los brazos abiertos imitando a Cristo sobre el madero de la cruz. En Cristo crucificado reconocemos al sacerdote que ofrece a Dios el culto agradable, es decir, el de la obediencia filial ”
Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco recordó que, en el Rito Romano las oraciones son concisas pero ricas de significado. “Volver a meditar los textos, incluso fuera de la Misa, puede ayudarnos a aprender a dirigirnos a Dios, qué cosa pedir, qué palabras usar. Pueda la liturgia convertirse para todos nosotros en una verdadera escuela de oración”.