La Santa Sede ha dado a conocer este jueves el mensaje del Papa para la 58ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero. Se titula Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz y está centrado en torno a las esperanzas que la Iglesia quiere transmitir al mundo con ocasión del Jubileo que vivirá durante el año 2025.

Las palabras de Francisco no se dirigen de primeras a las situaciones de guerra, sino en particular "a quien se siente postrado por su propia condición existencial, condenado por sus propios errores, aplastado por el juicio de los otros, y ya no logra divisar ninguna perspectiva para su propia vida". A todas aquellas personas en esta situación les desea "esperanza y paz, porque este es un Año de gracia que proviene del Corazón del Redentor".

La palabra jubileo remite a una tradición judía: el sonido de un cuerno de carnero (en hebreo, yobel) anunciaba cada, cuarenta y nueve años, un año de clemencia y liberación para todo el pueblo (cf. Lv 25,10), durante el cual, explica el Papa, "restablecer la justicia de Dios en distintos ámbitos de la vida".

"Deuda ecológica"

"También nosotros nos sentimos llamados a ser voz de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo", señala, que "no se deben sólo a la iniquidad de algunos, sino que se han consolidado y se sostienen en una complicidad extendida". Todos debemos sentirnos responsables "de algún modo" por "las disparidades de todo tipo, al trato deshumano que se da a las personas migrantes, a la degradación ambiental, a la confusión generada culpablemente por la desinformación, al rechazo de toda forma de diálogo, a las grandes inversiones en la industria militar".

Ante esto, "hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente", sino que son necesarios "cambios culturales y estructurales".

"Los bienes de la tierra no están destinados sólo a algunos privilegiados, sino a todos", recordó Francisco. Si el hombre "falta a la gratitud" por los bienes recibidos y "deja de reconocer los dones de Dios", entonces "comienza a albergar la idea de que las relaciones con los demás puedan ser gobernadas por una lógica de explotación" que "genera injusticias, exacerbadas por la corrupción, que atrapan a los países más pobres".

El Papa citó entre ellas la deuda externa, convertida, en su opinión, en "instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados". A la deuda externa hay que añadir, dijo "la deuda ecológica" como "dos caras de una misma moneda", a cuya "remisión" invita a la comunidad internacional.

"El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesitados unos de otros, según una lógica de responsabilidad compartida y diversificada", concluyó en lo tocante a ese aspecto.

Tres acciones

A continuación, Francisco propuso "tres acciones posibles" para labrarle al mundo "un camino de esperanza", una esperanza que nace "de la experiencia de la misericordia de Dios". La nuestra, como la de Él, solo debe tener como finalidad "levantar al que está caído, vendar los corazones heridos, liberar de toda forma de esclavitud".

Esas tres acciones que propone el Papa buscan "restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza, para que se supere la crisis de la deuda y todos puedan volver a reconocerse deudores perdonados". 

Son: 

-que los países ricos reconozcan su "deuda ecológica" como justificación para "condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben", aunque para evitar un nuevo "círculo vicioso de financiación-deuda", habría que desarrollar "una nueva arquitectura financiera" mediante "un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos";

-un compromiso de "promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza", pues sin ésta "es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas"; como aplicación práctica, el Papa pide "la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones";

-que se destine "un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático"; según Francisco, "debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos".

"Desarme del corazón"

"Que el 2025 sea un año en el que crezca la paz", concluye Francisco, que pide un "desarme del corazón" porque la paz solo llega al "corazón desarmado".

Un corazón desarmado es "un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo; un corazón que disipa el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás; un corazón que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo".