“La parábola de las diez vírgenes” fue el tema que eligió el Papa Francisco a la hora del rezo del Ángelus del segundo domingo de noviembre para explicar que no debemos esperar al último momento de nuestra vida para cooperar con la gracia de Dios, señala Radio Vaticana.
En la parábola, las diez vírgenes son las doncellas que estaban a cargo de recibir y acompañar al esposo en la ceremonia de matrimonio, y dado que en ese momento era costumbre celebrarla por la noche, las doncellas estaban equipadas con lámparas. La parábola dice que cinco de ellas eran prudentes y las otras cinco necias. De hecho, las prudentes llevaban el aceite para las lámparas mientras que las necias no. En el momento de la llegada del esposo, las necias se dan cuenta que no tiene el aceite para las lámparas y se lo piden a las cinco prudentes pero éstas no se lo dan, pues no tenían suficiente para todas y el esposo entra a la sala nupcial con las que estaban preparadas.
El Santo Padre presentó esta parábola para explicar dos cosas, la primera, que debemos mantenernos listos para el encuentro con Jesús, y la segunda, distinguir entre ser necio y ser prudente: “Si nos dejamos guiar por lo que nos parece más conveniente buscando nuestros intereses, nuestras vidas se vuelven estériles”, dijo el Papa Francisco, pero por el contrario, “si estamos atentos y tratamos de hacer el bien, con gestos de amor, podemos mantenernos tranquilos mientras esperamos la llegada del Señor” porque “puede venir en cualquier momento” concluyó el Pontífice.
Además, después del rezo mariano del Ángelus, el Santo Padre recordó la proclamación de ayer en Madrid de los beatos Vicente Queralt LLoret junto a 20 compañeros mártires y de José María Fernández Sánchez junto a 38 compañeros mártires.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo, el Evangelio (cfr., Mt 25,113) nos indica la condición para entrar en el Reino de los Cielos. Lo hace con la parábola de las diez vírgenes: se trata de aquellas doncellas que estaban encargadas de acoger y acompañar al esposo a la ceremonia de bodas, y ya que en aquellos tiempos era costumbre celebrarlas de noche, las jóvenes estaban equipadas con lámparas.
La parábola dice que cinco de estas vírgenes son prudentes y cinco necias: en efecto, las prudentes llevaron consigo el aceite para las lámparas, mientras las necias no lo llevaron. El esposo tarda en llegar y todas se duermen. A medianoche es anunciada la llegada del esposo; entonces las vírgenes necias se dan cuenta que no tienen el aceite para las lámparas, y se lo piden a aquellas prudentes. Pero estas responden que no se lo pueden dar, porque no bastaría para todas. Entonces mientras las necias van en búsqueda del aceite, llega el esposo. Las vírgenes prudentes entran con él en la sala del banquete nupcial y la puerta se cierra. Las cinco necias vuelven demasiado tarde, llaman a la puerta pero la respuesta es: “No las conozco” (v. 12), y se quedan afuera.
¿Qué nos quiere enseñar Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos estar preparados para encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús exhorta a velar, y lo hace también al final de este relato: “Estén prevenidos, porque no saben ni el día ni la hora” (v. 13). Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir sino estar preparados; en efecto todas las vírgenes se duermen antes que llegue el esposo, pero al despertarse algunas están listas y otras no. Aquí está entonces el significado del ser sabios y prudentes: se trata de no esperar el último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya, ahora.
La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta, hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar preparados al encuentro con el Señor no es solamente la fe, sino una vida cristiana rica de amor por el prójimo. Si nos dejamos guiar de lo que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe y ésta se apagará al momento de la venida del Señor, o aun antes.
Si en cambio estamos preparados y tratamos de hacer el bien, con gestos de amor, de comunión, de servicio al prójimo en dificultad, podemos quedarnos tranquilos mientras esperamos la venida del esposo: el Señor podrá venir en cualquier momento, y también el sueño de la muerte no nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día.
Que la Virgen María nos ayude a volver nuestra fe siempre más activa por medio de la caridad; para que nuestra lámpara pueda resplandecer ya aquí, en el camino terreno, y luego para siempre, en la fiesta de bodas en el paraíso.
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer en Madrid fueron proclamados Beatos Vicente Queralt LLoret y 20 compañeros mártires y José María Fernández Sánchez y 38 compañeros mártires. Algunos de los nuevos Beatos eran miembros de la Congregación de la Misión: sacerdotes, hermanos coadjutores, novicios; otros eran laicos pertenecientes a la Asociación de la Medalla Milagrosa. Todos fueron asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa acaecida en el curso de la guerra civil española entre el 1936 y el ’37. Demos gracias a Dios por el gran don de estos testigos ejemplares de Cristo y del Evangelio.
Los saludo a todos ustedes, familias, parroquias, asociaciones y fieles que han venido de Italia y de tantas partes del mundo. En particular saludo a los peregrinos procedentes de Washington, Filadelfia, Brooklyn y Nueva York; al coro parroquial Santa María Magdalena de Nuragus (Cerdeña), a los fieles de Tuscania, Ercolano y Venecia.
A todos les deseo un feliz domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!