A pocas horas de concluir la "peregrinación de paz" en Kazajistán, el Papa Francisco ha sido recibido por los obispos, sacerdotes, diáconos y seminaristas en la mañana de este jueves, en la catedral de la Madre del Perpetuo Socorro. La recepción ha tenido lugar tras un breve encuentro con miembros de la Compañía de Jesús en la Nunciatura Apostólica.
Tras una calurosa recepción protagonizada por familias y niños kazajos vestidos con atuendos locales y músicos interpretando piezas tradicionales, Francisco accedió al templo en silla de ruedas hasta su silla, en la que se sentó ayudado por su bastón.
Desde el comienzo de su discurso, Francisco expresó su cercanía con la Iglesia kazaja que, pese a que podría ser considerada pequeña por el mundo -los católicos kazajos no superan el 0,1% de los habitantes del país-, encierra en ella "la primera bienaventuranza, porque la pequeñez lleva al poder de Dios y lleva a no cimentar la acción eclesial en nuestras propias capacidades".
En este sentido, reafirmó a los creyentes de la pequeña pero sólida Iglesia de Kazajistán con un mensaje de unidad: "La belleza de la Iglesia es esta, que somos una familia en la que nadie es extranjero. Lo repito: ninguno es extranjero en la Iglesia, somos un solo Pueblo santo de Dios".
La "memoria del pasado", factor clave en la Iglesia en Kazajistán
Tras la lectura del Evangelio de San Pablo de este jueves, Francisco orientó sus palabras en torno a algunas notas que, a su juicio, marcan a la Iglesia, especialmente a la de Kazajistán.
En primer lugar valoró la importancia de "la memoria" en la Iglesia kazaja, pues esta y "la rica historia" que precede al país oriental es una de las condiciones que ha permitido que "hoy, en este vasto país, veamos comunidades cristianas vivas" y "un sentido religioso que atraviesa la vida de la población".
Por ello, llamó a "honrar y custodiar" la herencia cristiana y la transmisión de la fe heredada de "grandes protagonistas y de gente sencilla".
"No se debe perder de vista el recuerdo de cuantos anunciaron la fe, porque hacer memoria nos ayuda a desarrollar el espíritu de contemplación por las maravillas que Dios ha realizado en la historia, aún en medio de las fatigas de la vida y de las fragilidades personales y comunitarias", subrayó.
Y es que, de olvidar su historia y perder "la memoria viva", la Iglesia de Kazajistán y con ella "la fe, las devociones y las actividades pastorales" correrían "el riesgo de debilitarse, de ser como llamaradas que se encienden rápidamente pero se apagan enseguida".
Antes de su llegada a la catedral de la Madre del Perpetuo Socorro, Francisco fue recibido por fieles con instrumentos y vestimentas propios de la región.
"Cuando extraviamos la memoria, se agota la alegría. Desaparece la gratitud a Dios y a los hermanos, porque se cae en la tentación de pensar que todo depende de nosotros", advirtió.
Tras profundizar en diversos episodios y testimonios de la Iglesia kazaja, Francisco indicó que la fe "se transmite con la vida, con el testimonio de quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las situaciones para iluminarlas, purificarlas y difundir el cálido consuelo de Jesús, así como la alegría de su amor que salva y la esperanza de su promesa".
Tras expresar esta realidad, Francisco remarcó que "haciendo memoria aprendemos que la fe crece con el testimonio" y dirigió "una llamada" a fieles, laicos, obispos, sacerdotes y todos los presentes y miembros de la Iglesia en el país oriental: "No nos cansemos de dar testimonio de la esencia de la salvación, de la novedad de Jesús, de la novedad que es Jesús. La fe no es una hermosa exposición de cosas del pasado, sino un evento siempre actual, el encuentro con Cristo que tiene lugar en nuestra vida, aquí y ahora".
La esperanza de la Iglesia kazaja reside en su humildad
Junto con la memoria, habló de la esperanza que debe guiar a la Iglesia kazaja guiada por la "promesa del Evangelio".
"Jesús nos aseguró que estará siempre con nosotros. No se trata de una promesa dirigida a un futuro lejano, sino que estamos llamados a acoger hoy la renovación que el Resucitado lleva a cabo en la vida", alentó.
Por eso transmitió a la comunidad católica un mensaje de esperanza en el que no importa el tamaño de la Iglesia o su número de fieles: "Mirando los números en la vastedad de un país como este podríamos sentirnos pequeños e incapaces. Sin embargo, si adoptamos la mirada esperanzadora de Jesús, descubriremos que la pequeñez nos entrega humildemente al poder de Dios y nos lleva a no cimentar la acción eclesial en nuestras propias capacidades".
De hecho, se refirió a las humildes cifras de la Iglesia del país asiático como "una gracia", ya que "al ser pequeña, en lugar de exhibir nuestras fortalezas, números, estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano, nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las personas".
"Ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos y cada uno. La promesa de vida y de bendición, que Dios Padre derrama sobre nosotros por medio de Jesús, se hace camino no sólo para nosotros, sino que se realiza también para los demás", añadió.
Francisco instó a la jerarquía de la Iglesia en Kazajistán a ser "pastores cercanos a la gente" e "imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo".
Dos objetivos: el apostolado de los laicos y la firmeza en la verdad
Antes de concluir, Francisco llamó a hacer realidad esa promesa a través de la fraternidad a través de la "atención a los pobres y heridos por la vida" o "cada vez que damos testimonio de la justicia y de la verdad diciendo `no´ a la corrupción y la falsedad".
Asimismo, llamó a "que las comunidades cristianas, en particular el seminario, sean `escuelas de sinceridad´, y `gimnasios de la verdad´", a que "siembren el bien donde se encuentren" y a que todos en la Iglesia y las comunidades sean "discípulos esenciales y de igual dignidad, no solo los obispos, sacerdotes y consagrados, sino que todos los bautizados están llamados a recibir la herencia y acoger la promesa del Evangelio".
El Papa finalizó su mensaje dirigiéndose a obispos, sacerdotes y seminaristas para recordarles que su misión no es "ser administradores de lo sagrado preocupados por hacer que se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo".
"Vivan con alegría esta herencia y den testimonio de ella con generosidad, para que todas las personas con las que se encuentren puedan percibir que también hay una promesa de esperanza dirigida a ellas", alentó a la Iglesia kazaja al concluir.