El Papa Francisco ha querido orientar y enseñar de cara a su importante futuro profesional a un grupo de estudiantes de empresas y finanzas provenientes del Instituto des Chartreux de Lyon, en Francia.

De este modo, el Pontífice les recordó que “ante un mundo que espera de vosotros que apuntéis hacia el triunfo, poned los medios y el tiempo para recorrer los senderos de la fraternidad, para construir puentes entre los hombres y no muros, para aportar vuestra piedra a la construcción de una sociedad más justa y más humana”.

Francisco se dirigió tanto a los estudiantes cristianos como a los que no. A los primeros les animó a “permanecer siempre unidos en el Señor Jesús con la oración, para aprender a confiarlo todo a Dios, y así no sucumbir ante la tentación del desaliento o de la desesperación”.

A los no cristianos les saludó “con respeto y con afecto” y les invitó a no olvidar nunca “en la mirada puesta sobre los demás y sobre vosotros mismos, que el hombre supera infinitamente al hombre”.


Ya a todos los estudiantes, el Papa les instó “a trabajar por el bien común, a convertiros en semilla de un mundo nuevo”.

“Estáis inmersos en un curso de estudio que os prepara para entrar en grandes escuelas comerciales que, cuando llegue el momento, os permitirá desarrollar una profesión en el mundo de las finanzas internacionales”, les recordó.

Además, Francisco  afirmó estar alegre al ver que “vuestra formación académica comprende una fuerte dimensión humana, filosófica y espiritual”. Esa formación humana es esencial “para que en vuestra vida profesional futura aprendáis a permanecer libres de la fascinación del dinero, de la esclavitud a la cual el dinero reduce a todo aquel que le rinde culto”.


“También es importante que podáis adquirir hoy la fuerza y la valentía para no obedecer ciegamente la mano invisible del mercado. Por lo tanto, os animo a aprovechar el tiempo de estudio para formaros y convertiros en promotores y defensores de un crecimiento en igualdad, artesanos de una administración justa y adecuada de nuestra casa común, es decir, del mundo”.

Por último, les invitó a aprovechar su estancia en Roma para sumergirse “en una historia que ha marcado fuertemente el surgir de las naciones europeas. Admirando el ingenio de los hombres y la esperanza que han cultivado hemos sido capaces, también vosotros, de dejar una impronta en la historia. ¡De hecho, tenéis la capacidad de decidir vuestro futuro! Por ello, os exhorto a que seáis responsables de este mundo y de la vida de cada hombre”.