El Papa recibió este lunes en el aula Pablo VI del Vaticano a la comunidad Católica Shalom y en cuya audiencia el Santo Padre quiso centrarse en los jóvenes allí presentes, a los que invitó a dejar  de mirarse a sí mismos y salir “hacia la alegría de vivir por Dios y para Dios”.

De este modo,  el Papa Francisco animó a los jóvenes a evitar la “enfermedad del espejo” que lleva a caer en el narcisismo de “contemplarse a uno mismo e ignorar a los demás”, e hizo un llamado a romper con esa dinámica destructiva: “¡Rompan el espejo! ¡No se miren en el espejo, porque el espejo engaña!”.

Tal y como recoge Aciprensa, en respuesta a Justine, una joven de 25 años que recibió el Bautismo durante el Jubileo de la Misericordia y que contó su testimonio junto a otros 2 jóvenes, Francisco señaló que el egoísmo que promueve la cultura de hoy es la principal fuente de tristeza, una tristeza que tiene su origen en la “auto-referencialidad”, que consiste en “vivir en uno mismo”.

Así, el Papa avisó que “un joven que se mete en sí mismo, que vive solamente para sí mismo, termina, ‘empachado’ de auto-referencialidad. Es decir, lleno de auto-referencialidad”.

De este modo,  el Papa advirtió contra el narcisismo, contra “ese estar contemplándose a sí mismo e ignorar a los demás. El narcisismo te produce tristeza, porque vivís preocupado de maquillarte el alma todos los días”. “Es la enfermedad del espejo”, insistió, e invitó a “romper el espejo que engaña”.


 Por el contrario, les pidió que “miren afuera, miren a los demás. Y si un día quieren mirarse en el espejo, les doy un consejo: mírense al espejo para reírse de sí mismo. Hagan la prueba, se les va a refrescar el alma. Saber reírse de uno mismo, eso nos da alegría y nos salva de la tentación del narcisismo”.

El Pontífice se dirigió también a un joven chileno de 26 años llamado Juan que contó cómo encontró el sentido a la vida en la oración, en la evangelización y en el sentido de comunidad, y que preguntó cómo puede ser mensajero de misericordia en un mundo marcado por la desesperanza y la indiferencia.

Francisco le explicó que la clave es “salir de uno mismo” para entregarse a los demás: “Vos saliste de vos mismo en la oración para encontrarte con Dios, saliste de vos mismo en la fraternidad para encontrarte con los hermanos y saliste de vos mismo para evangelizar, para dar la buena noticia, la misericordia en un mundo marcado por la desesperanza y la indiferencia”.

El Santo Padre recordó que para ser mensajero de misericordia no sirve limitarse a hablar de ella “la tenés que testimoniar, compartir, enseñar saliendo de vos mismo. Para hablar de misericordia hay que poner toda la carne en el asador, si no, no se entiende”.

“Ese testimonio de no estar encerrado en un mismo, en los propios intereses, sino en salir, salir buscando a Dios, compartiendo con los demás, no jugando al ‘nene privilegiado’ al que le regalan todo, y salir para contarle a los demás que Dios es bueno, que Dios te está esperando, incluso en los peores momentos de la vida. Y ese es el mejor mensaje de misericordia que uno puede dar”.


En tercer lugar, Francisco reflexionó sobre los daños causados por las drogas, para lo cual se apoyó en el testimonio de Matheus, un joven brasileño de 22 años que consiguió superar su adicción a las drogas gracias a un grupo de misioneros que lucharon por su recuperación y que ahora se plantea su vocación.

El Papa advirtió: “la droga es uno de los instrumentos que tiene la cultura en la que vivimos para dominarnos”.

Las drogas, “nos llevan a hacernos invisibles a nosotros mismos, como si fuéramos de aire. La droga nos lleva a negar todo lo que tenemos de arraigo, arraigo carnal, arraigo histórico, arraigo problemático. Te quita la raíz y te hace vivir en un mundo sin raíces, desarraigado de todo, de proyectos, del presente, de tu pasado, de tu historia, de tu patria, de tu familia, de tu amor, de todo…”.

“Ese es el drama de la droga: genera jóvenes totalmente desarraigados, sin compromisos reales, sin verdaderos compromisos de carne, porque en la droga, ni tu propio cuerpo sentís”, subrayó.

El Santo Padre destacó cómo Matheus, tras abandonar las drogas, se dio cuenta “de todos los arraigos que hay en el corazón”. A continuación, se dirigió a todos los congregados en el Aula Pablo VI: “¿Son conscientes de los verdaderos arraigos que hay en el corazón? ¿De sus raíces, de sus amores, de sus proyectos, de que son poetas en este universo para crear cosas nuevas y lindas?”.

Y le invitó a dar “gratuitamente” lo que habían recibido. “Si estamos acá es porque gratuitamente nos trajeron acá. Por favor, demos gratuitamente lo que hemos recibido”.


Por último, el Pontífice también reflexionó sobre el diálogo y los vínculos entre jóvenes y ancianos, y animó a que los más ancianos pasen a los jóvenes la “antorcha, la herencia, el carisma, la vivencia interior de ustedes”.

“Uno de los desafíos que hoy este mundo nos pide es el diálogo entre los jóvenes y los ancianos. Los jóvenes necesitan escuchar a los ancianos, y los ancianos necesitamos escuchar a los jóvenes. De los ancianos sale sabiduría, una sabiduría que les llega al corazón y les empuja a salir adelante”.

El Santo Padre recordó el gran valor de los ancianos, e invitó a aprovechar la herencia que pueden transmitir a los jóvenes. “Los ancianos no son para guardarlos en el ropero, no son para tenerlos escondidos. Los ancianos están esperando que un joven llegue y les haga hablar”.

“Y ustedes, jóvenes, necesitan recibir de esos hombres y esas mujeres esos sueños y esas ilusiones que les hagan redimir. Ellos tienen la sabiduría y tienen la necesidad de que les golpees el corazón. Ese diálogo es promesa para el futuro. Ese diálogo nos va a ayudar a seguir adelante”, concluyó.