El Papa ya está en Bahréin para participar en el "Foro de Bahréin para el Diálogo: Oriente y Occidente para la Convivencia Humana". Francisco fue recibido en una ceremonia de bienvenida por las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático residente en el país. Durante su primer discurso, el Santo Padre tuvo palabras dedicadas a la libertad religiosa y a la riqueza multicultural de la región.

"Aquí donde las aguas del mar circundan las arenas del desierto e imponentes rascacielos flanquean los tradicionales mercados orientales, realidades lejanas se encuentran, antigüedad y modernidad convergen, historia y progreso se funden; sobre todo, gentes de diversas procedencias forman un original mosaico de vida", comentó el Papa en Awali, desde el Palacio Real de Sakhir, residencia del Rey Hamad Bin Isa Al-Khalifa.

El secreto está en las raíces

Y, utilizó el 'árbol de la vida' (Shajarat-al-Hayat), que caracteriza al país, como eje de su discurso. "Se trata de una acacia majestuosa, que sobrevive desde siglos en una zona desértica, donde las lluvias son muy escasas. Parece imposible que un árbol tan longevo resista y prospere en tales condiciones. Según dicen, el secreto está en las raíces, que se extienden por decenas de metros bajo el suelo, alcanzando depósitos de agua subterráneos", explicó Francisco.

El Papa destacó la diversidad multicultural de Bahréin. "Una diversidad que no es uniformante, sino inclusiva, es la que representa el tesoro de todo país verdaderamente desarrollado. Y en estas islas se ve una sociedad heterogénea, multiétnica y multirreligiosa, capaz de superar el peligro del aislamiento. Esto es muy importante en nuestro tiempo, donde el repliegue exclusivo sobre sí mismo y sobre los propios intereses impide captar la importancia irrenunciable del conjunto", señaló Francisco.

Y, alertó del peligro de los extremismos. "Asistimos con preocupación al crecimiento, a gran escala, de la indiferencia y de la sospecha recíproca, a la expansión de rivalidades y contraposiciones que se pensaban superadas, a populismos, extremismos e imperialismos que ponen en peligro la seguridad de todos", apuntó.

Sembrador de la paz

Para ello, puso como solución el "árbol de la vida". "Pensemos en cambio en el 'árbol de la vida' y en los áridos desiertos de la convivencia humana, y distribuyamos el agua de la fraternidad. No dejemos evaporar la posibilidad del encuentro entre civilizaciones, religiones y culturas, ¡no permitamos que se sequen las raíces de lo humano! ¡Trabajemos juntos, trabajemos por todos, por la esperanza!", comentó.

El Papa alertó sobre el incremento de los "populismos, extremismos e imperialismos".

El Papa aseguró que estaba allí para favorecer la paz. "Estoy aquí, en la tierra del árbol de la vida, como sembrador de paz, para vivir días de encuentro, para participar en un Foro de diálogo entre Oriente y Occidente por la convivencia humana pacífica. Estos días marcan una etapa preciosa en el proceso de amistad que se ha intensificado en los últimos años con diversos jefes religiosos islámicos. Un camino fraterno que, bajo la mirada del cielo, quiere favorecer la paz en la tierra", afirmó.

El Papa mencionó la Constitución del país a la hora de hablar de libertad religiosa. "Aprecio las oportunidades de encuentro que este Reino organiza y favorece, centrándose especialmente en el tema del respeto, la tolerancia y la libertad religiosa. Son temas esenciales, reconocidos por la Constitución del país, que establece que 'no debe haber ninguna discriminación en base al sexo, a la proveniencia, a la lengua, a la religión o al credo' (art. 18), que 'la libertad de conciencia es absoluta' y que 'el Estado tutela la inviolabilidad del culto' (art. 22)", comentó.

Atentado a la dignidad

Y, en este sentido, añadió la necesidad de practicar estos artículos en cada momento. "Son, sobre todo, compromisos que han de ser puestos en práctica constantemente, para que la libertad religiosa sea plena y no se limite a la libertad de culto; para que la misma dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona; para que no haya discriminaciones y los derechos humanos fundamentales no sean violados, sino promovidos. Pienso principalmente en el derecho a la vida, en la necesidad de garantizarlo siempre, también en relación a los que son castigados, cuya existencia no puede ser eliminada", señaló.

Francisco tuvo, también, palabras para las duras condiciones laborales de los inmigrantes en Bahréin. "En este país ha sido precisamente la contribución de muchas personas de pueblos diferentes lo que ha permitido un considerable desarrollo productivo. Eso ha sido posible gracias a la inmigración, de la que el Reino de Baréin ostenta una de las tasas más elevadas del mundo; cerca de la mitad de la población residente es extranjera y trabaja de modo notable por el desarrollo de un país en el que, aun habiendo dejado la propia patria, se siente en casa", comentó.

Y, advirtió, de los riesgos que sufren estas personas. "Pero no se puede olvidar que en los tiempos actuales el trabajo aún es muy escaso, y hay demasiado trabajo deshumanizador. Eso no sólo conlleva graves riesgos de inestabilidad social, sino que representa un atentado a la dignidad humana. En efecto, el trabajo no sólo es necesario para ganarse la vida, es un derecho indispensable para desarrollarse integralmente a sí mismo y para formar una sociedad a la medida del hombre", afirmó.

Aquí puedes ver el primer discurso del Papa en Bahréin.

Francisco continuó su discurso utilizando como eje el 'árbol de la vida', cuyo simbolismo, indicó el Papa, representa, también, fenómenos como la deforestación en el mundo, o la guerra. "Hoy asistimos, cada día más, a acciones y amenazas de muerte. Pienso, en particular, en la realidad monstruosa e insensata de la guerra, que siembra destrucción en todas partes y erradica la esperanza. En la guerra emerge el lado peor del hombre: el egoísmo, la violencia y la mentira", comentó el Papa antes de tener un recuerdo especial para la guerra de Yemen.