Estos días el Vaticano está volcado en el Sínodo del Amazonas, pero el Papa no ha dejado de acudir esta mañana de miércoles a su habitual cita con los peregrinos del mundo en la Audiencia General. Continuó su ciclo de catequesis sobre Hechos de los Apóstoles, centrándose esta vez en la figura del joven Saulo, que perseguía a los primeros cristianos.
El Papa Francisco remarcó que el joven Saulo “era un ideólogo”, puesto que en él “la religión se había transformado en ideología”. Una “ideología religiosa, social y política”. Perseguía a los cristianos y los capturaba, y lo hacía “pensando en servir a la Ley del Señor”. Estaba “enojado”, y en él había un aliento que olía “a muerte, no a vida”.
Esta condición de enojo y de conflicto que vivía Saulo, invita a todos a preguntarse: ¿cómo vivo mi vida de fe? ¿Salgo para encontrarme con otros o estoy en contra de los demás? ¿Pertenezco a la Iglesia universal (buenos, malos, todos) o tengo una ideología selectiva? ¿Adoro a Dios o adoro las formulaciones dogmáticas? ¿Cómo es mi vida religiosa? ¿La fe en Dios que profeso me hace amigable u hostil a los que son distintos de mí?
Perseguir a un miembro de la Iglesia es perseguir al mismo Cristo
El Romano Pontífice destacó que mientras Saulo estaba ocupado en extirpar la comunidad cristiana, el Señor ya estaba en su camino para “tocar su corazón y convertirlo a Sí mismo”:
En el camino hacia Damasco, el Resucitado se manifestó a Saulo y le pidió cuentas de su furor fratricida, preguntándole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Así, el Señor Jesús dejó claro que perseguir a un miembro de la Iglesia era hacerlo a Él mismo.
Después de ese encuentro personal con Cristo, Saulo perdió la vista, quedó ciego, y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. Y comenzó para él una transformación, como una “pascua personal” que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en “basura”, porque su verdadero tesoro ya era Cristo.
Experimentemos el impacto del Amor de Dios en nuestra vida
Retomando las palabras de Benedicto XVI, el Papa Francisco hizo luz sobre lo que representa la ceguera de Saulo: representa exteriormente “lo que era su realidad interior”, es decir, su ceguera “respecto de la verdad de la luz que es Cristo”.
Ananías bautizó a Saulo y al imponerle las manos le devolvió la vista. El bautismo fue para Saulo el comienzo de una vida nueva, en la que se ve a sí mismo y a los demás según la mirada de Dios: los enemigos pasaron a ser amigos; y el ímpetu por perseguir a los que no pensaban como él, cambió en pasión por evangelizar, suscitando la fe en muchos corazones.
El bautismo marca así para Saulo, como para cada uno de nosotros, el comienzo de una nueva vida, y se acompaña de una nueva mirada sobre Dios, sobre sí mismo y sobre los demás, que de enemigos se hacen hermanos en Cristo. Por eso el Santo Padre al concluir su catequesis, saludando a los peregrinos de lengua española, invitó a todos a experimentar, como Saulo, “el impacto del amor de Dios en nuestra vida, que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de acoger los sentimientos de Cristo y hacerlos llegar a los que nos rodean”.