En la audiencia general de este miércoles, el Papa retomó algunas de las imágenes que han popularizado sus mensajes, como la de los "pepinillos en vinagre", y añadió otra contraposición: la de los "cristianos de primavera" frente a los "cristianos de otoño".
Comentaba Francisco el pasaje del Apocalipsis en que "el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5-7), así que glosó esa idea: "La esperanza cristiana se basa sobre la fe en Dios, que siempre crea novedad en la vida del hombre, crea novedad en la historia, crea novedad en el cosmos. Nuestro Dios es el Dios que crea novedad, porque es el Dios de las sorpresas".
Por eso "no es cristiano caminar con la mirada hacia abajo (como hacen los cerdos, que siempre van así), sin elevar los ojos al horizonte, como si todo nuestro camino se acabase aquí, en el espacio de pocos metros de viaje, como si en nuestra vida no hubiese ninguna meta ni ningún puerto y estuviésemos obligados a un eterno dar vueltas, sin razón para tanta fatiga": "Esto no es cristiano", insistió, antes de recordar la imagen bíblica de la Jerusalén celestial que nos aguarda para "usar de una ternura infinita hacia nosotros, como un padre que recibe a sus hijos que han trabajado y sufrido largo tiempo".
El Papa pidió que se meditara ese pasaje a la luz de las desgracias que se leen y escuchan cada día en los medios, entre las que incluyó una mención a Barcelona y al Congo. "Hay un Padre que llora con nosotros", dijo, "lágrimas de infinita piedad por sus hijos, que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro muy distinto. Ésta es la gran visión de la esperanza cristiana... Dios nos ha creado para que seamos felices... y actúa para rescatarnos".
"La muerte y el odio no tienen la última palabra sobre la existencia humana", declaró Francisco ante quienes creen que la felicidad de la vida está en la juventud y en el pasado y vivir es una lenta decadencia, o que nuestras alegrías son solo episódicas y pasajeras, o que la vida carece de sentido: "Los cristianos no creemos esto. Creemos por el contrario que en el horizonte del hombre hay un sol que ilumina para siempre. Creemos que nuestros días más bellos aún están por llegar".
"Somos gente más de primavera que de otoño", dijo en la que queda como imagen principal de su discurso, pues invitó a los presentes a preguntarse interiormente en cuál de las dos categorías estamos: "¿Mi alma está en primavera o en otoño? Sepamos ver las semillas de un mundo nuevo, más que las hojas amarillentas en las ramas. No nos apalanquemos en nostalias, llantos y lamentos: sabemos que Dios nos quiere herederos de una promesa e incansables cultivadores de sueños. No olvidéis esa pregunta: ¿soy una persona de primavera o de otoño? ¿De primavera, que espera las flores y el fruto, que espera ese sol que es Jesús, o de otoño, siempre con el rostro mirando abajo, amargado y, como he dicho a veces, con cara de pepinillos en vinagre?".
Aunque hay problemas, habladurías, guerras, enfermedades... "el grano crece, y al final el mal será eliminado... Jesucristo es la mayor gracia de la vida, es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya ahora nos acompaña y consuela en el camino... Porque Dios siempre se preocupa de nosotros, hasta el día en que todo se cumplirá, la mañana en la que se exinguirán las lágrimas, en el instante mismo en el que Dios pronunciará su última palabra de bendición: 'Hago nuevas todas las cosas'. Sí, nuestro Padre es el Dios de las novedades y de las sorpresas. Y aquel día seremos verdaderamente felices, y lloraremos, sí, pero lloraremos de alegría".