Durante estos días, del 13 al 15 de julio se está celebrando en Río de Janeiro el Congreso Internacional “Laudatio Si y grandes ciudades” y el Papa Francisco se ha querido hacer presente a través de una carta enviada al cardenal Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, y presente en Brasil para estas jornadas.
El Santo Padre indica a los participantes que “el respeto es la actitud fundamental que el hombre ha de tener con la creación. Ésta la hemos recibido como un don precioso y debemos esforzarnos para que las generaciones futuras puedan seguir admirándola y disfrutándola. Este cuidado debemos enseñarlo y transmitirlo”.
De este modo, Francisco hace un llamamiento a la acción y a la responsabilidad de todos. Y para ello indica que esta “responsabilidad ante la creación es el modo con el que debemos interactuar con ella y constituye una de nuestras tareas primordiales”.
En su opinión, “no podemos quedarnos con los brazos cruzados, cuando advertimos una grave disminución de la calidad del aire o el aumento de la producción de residuos que no son adecuadamente tratados. Estas realidades son consecuencia de una forma irresponsable de manipular la creación y nos llaman a ejercer una responsabilidad activa para el bien de todos”.
Francisco propone que “cada territorio y gobierno debería incentivar modos de actuar responsables en sus ciudadanos” y asegura que “poniendo cada uno lo poco que le corresponde en su responsabilidad, se estará logrando mucho”.
Por último, el Papa destaca que “es importante que la sociedad trabaje conjuntamente en ámbito político, educativo y religioso para crear relaciones humanas más cálidas, que rompan los muros que aíslan y marginan”.
A Su Eminencia el Cardenal
Lluís Martínez Sistach
Arzobispo emérito de Barcelona
Querido hermano:
Lo saludo atentamente, como también a todos los que toman parte en el evento: Congreso Internacional «Laudato si’ y Grandes Ciudades».
En la Carta encíclica Laudato si’ hago referencia a varias necesidades físicas que tiene el hombre de hoy en las grandes ciudades y que necesitan ser afrontadas con respeto, responsabilidad y relación. Son tres «R» que ayudan a interactuar de forma conjunta ante los imperativos más esenciales de nuestra convivencia.
El respeto es la actitud fundamental que el hombre ha de tener con la creación. Ésta la hemos recibido como un don precioso y debemos esforzarnos para que las generaciones futuras puedan seguir admirándola y disfrutándola. Este cuidado debemos enseñarlo y transmitirlo. San Francisco de Asís afirmaba en su Cántico a las Criaturas: «Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta». En estos adjetivos se expresa la belleza e importancia de este elemento, que es indispensable para la vida. Como otros elementos creados, el agua potable y limpia es expresión del amor atento y providente de Dios por cada una de sus creaturas, siendo un derecho fundamental, que toda sociedad debe garantizar (cf. Laudato si’, 30). Cuando no se le presta la atención que merece se transforma en fuente de enfermedades y su escasez pone en peligro la vida de millones de personas. Es un deber de todos crear en la sociedad una conciencia de respeto por nuestro entorno; esto nos beneficia a nosotros y a las generaciones futuras.
La responsabilidad ante la creación es el modo con el que debemos interactuar con ella y constituye una de nuestras tareas primordiales. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, cuando advertimos una grave disminución de la calidad del aire o el aumento de la producción de residuos que no son adecuadamente tratados. Estas realidades son consecuencia de una forma irresponsable de manipular la creación y nos llaman a ejercer una responsabilidad activa para el bien de todos. Además, comprobamos una indiferencia ante nuestra casa común y, lamentablemente, ante tantas tragedias y necesidades que golpean a nuestros hermanos y hermanas. Esta pasividad demuestra la «pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil» (Laudato si’, 25). Cada territorio y gobierno debería incentivar modos de actuar responsables en sus ciudadanos para que, con inventiva, puedan interactuar y favorecer la creación de una casa más habitable y más saludable. Poniendo cada uno lo poco que le corresponde en su responsabilidad, se estará logrando mucho.
Se observa en las grandes ciudades, como también en las zonas rurales, una creciente falta de relación. Con independencia de la causa que lo produce, el flujo constante de personas genera una sociedad más plural, multicultural, que es un bien, produce riqueza y crecimiento social y personal; pero también hace que esta sociedad sea cada vez más cerrada y desconfiada. La falta de raíces y el aislamiento de algunas personas son formas de pobreza, que pueden degenerar en guetos y originar violencia e injusticia. En cambio, el hombre está llamado a amar y a ser amado, estableciendo vínculos de pertenencia y lazos de unidad entre todos sus semejantes. Es importante que la sociedad trabaje conjuntamente en ámbito político, educativo y religioso para crear relaciones humanas más cálidas, que rompan los muros que aíslan y marginan. Esto se puede lograr a través de agrupaciones, escuelas, parroquias, etc., que sean capaces de construir con su presencia una red de comunión y de pertenencia, para favorecer una mejor convivencia y lograr superar tantas dificultades. De esta manera, «cualquier lugar deja de ser un infierno y se convierte en el contexto de una vida digna» (Laudato si’, 149).
Encomiendo a la intercesión de la Virgen Santa, Reina de cielo y tierra, estas jornadas de estudio y de reflexión. Que su consejo y guía oriente sus decisiones en favor de una ecología integral que proteja nuestra casa común y construya una civilización cada vez más humana y solidaria.
Por favor, les pido que recen por mí; y ruego al Señor que los bendiga.