El Papa Francisco presidió este jueves el Angelus en la Plaza de San Pedro al tratarse de una solemnidad importante como la de los santos Pedro y Pablo, a los que los padres de la Iglesia comparaban con columnas. “Ambos han confirmado con su propia sangre el testimonio dado a Cristo con la predicación y el servicio a la naciente comunidad cristiana”, dijo el Santo Padre.
Citando el libro de los Hechos de los Apóstoles, Francisco recordó como Pedro “experimentó el rechazo del Evangelio ya en Jerusalén, donde había sido encerrado en la prisión por el rey Herodes” y como “fue salvado de modo milagroso y así pudo levar a término su misión evangelizadora, primero en Tierra Santa y después en Roma, poniendo todas sus energías al servicio de la comunidad cristiana”.
También Pablo, dijo Francisco, experimentó “hostilidad” y las persecuciones a causa del Evangelio. “Estas dos ‘liberaciones’, de Pedro y de Pablo, revelan el camino común de los dos apóstoles, los cuales fueron enviados a por Jesús a anunciar el Evangelio en ambientes difíciles y en ciertos casos hostiles”, destacó el Pontífice.
De este modo, indicó que sus “acontecimientos personales y eclesiales”, dicen al mundo de hoy que “el Señor está siempre a nuestro lado, camina con nosotros, no nos abandona jamás. Especialmente en el momento de la prueba, Dios nos extiende la mano, viene en nuestra ayuda y nos libera de las amenazas de los enemigos”.
Insistió el Papa en que hay que recordar que “nuestro verdadero enemigo es el pecado, y el Maligno nos empuja a ello. Cuando nos reconciliamos con Dios, especialmente en el Sacramento de la Penitencia, recibiendo la gracia del perdón, somos liberados de los vínculos del mal y aliviados del peso de nuestros errores. Así podemos continuar nuestro recorrido de gozosos anunciadores y testigos del Evangelio, demostrando que en primer lugar hemos recibido misericordia”.