Francisco congregó este domingo por la tarde a los miembros del sínodo de la sinodalidad para rezar juntos en Rosario por la paz del mundo, en un momento particularmente delicado de la situación internacional por el conflicto en Oriente Medio.
La oración se celebró en la basílica de Santa María la Mayor, en vísperas de la jornada de ayuno y oración convocada por el propio Papa para el 7 de octubre, festividad de Nuestra Señora del Rosario. Coincide además con el primer aniversario de la masacre terrorista de Hamás en Israel, a la que el pontífice hizo referencia en el Ángelus.
Un momento del Rosario por la paz de este domingo. Foto: Vatican Media.
“Necesitamos tu mirada amorosa que nos invita a confiar en tu Hijo Jesús", dijo Francisco, dirigiéndose a Nuestra Señora, tras el rezo del Rosario: "Tú que estás dispuesta a acoger nuestros dolores, ven a socorrernos en este tiempo en que estamos oprimidos por las injusticias y devastados por las guerras; enjuga las lágrimas sobre los rostros sufridos de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos; despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia".
Francisco le suplicó dirigir su mirada maternal a la familia humana, "que ha perdido el gozo de la paz y ha extraviado el sentido de la fraternidad", así como "interceder por nuestro mundo en peligro, para que custodie la vida y rechace la guerra; para que cuide a los que sufren, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos y a los afligidos, y proteja nuestra casa común".
La imagen de la Salus Populi Romani, advocación patrona de Roma a la que Francisco tiene una devoción especial, presidió el acto y ante ella se detuvo el Papa unos momentos para rezar. Foto: Vatican Media.
El Papa pidió también la conversión "de quienes alimentan el odio", y rogó a la Virgen que apague "apaga la violencia que habita en el interior del hombre" es inspire "proyectos de paz" en "quienes gobiernan las naciones".
"Madre, Reina del santo Rosario, desata los nudos del egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal", concluyó el Papa. Y "a nosotros tus hijos llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos tu caricia de Madre, que nos hace esperar el advenimiento de una nueva humanidad".