El párroco, don Lucio Coppa, explicó a Radio Vaticano que en el barrio "hay algunos bares, algunos restaurantes, pero no hay bancos, no hay oficina de correos, por lo que la gente tiene que salir del barrio. Muchos de ellos trabajan todo el día, salen por la mañana y vuelven por la tarde de trabajar, así que están cansados, por supuesto. El distrito tiene unas 14.000 personas, pero la parroquia no está muy ocupada, tal vez llegamos a doscientas personas el domingo. Hay todas las actividades normales de una parroquia. Las únicas reuniones sociales de la vecindad son nuestra parroquia, el campo de deportes y el centro de ancianos de la ciudad".
Las cuatro parroquias de la zona colaboran en el servicio social. "La mayor dificultad, como dice el Papa, es salir, ir a buscar a la gente. Hay algunas personas que van a visitar a las familias y nuestra Cáritas parroquial ayuda a las personas necesitadas. Es un barrio pobre y hay muchas dificultades, muchas personas mayores simplemente no salen de sus casas".
En este ambiente, el Papa Francisco acudió este domingo 21 de mayo por la tarde y predicó sobre el Espíritu Santo que permite a los cristianos vivir la dulzura y el respeto y evitar estar amargados.
El Pontífice habló del Espíritu Santo y recordó que es como un “abogado” que “defiende del maligno”. “El Espíritu Santo está en cada uno de nosotros, y lo hemos recibido en el Bautismo, lo hemos recibido de Jesús”, recordó.
El Papa, como San Pablo en la lectura, invitó a no poner triste al Espíritu Santo porque “tenemos a Dios mismo dentro, es Dios que nos acompaña, que te dice lo que debes hacer y cómo lo debes hacer, es el que te ayuda a no equivocarte, que te ayuda a no caer en la tentación, es el abogado, el que te defiende del maligno”.
Y, “¿cómo adorar a Cristo?”, se preguntó. “Con la oración de adoración y dejando sentir la inspiración del Espíritu Santo. Es él el que nos dice 'esto es bueno, esto no es bueno, este es el camino equivocado, este es el camino bueno'. Nos lleva adelante. Y cuando la gente nos pide explicaciones de por qué nosotros los cristianos somos así, San Pedro dice que hay que estar preparados para responder a cualquiera que pregunte”.
“Que esto sea hecho con dulzura y respeto”, pidió recordando las palabras del apóstol. “El lenguaje de los cristianos que cuidan el Espíritu Santo que se nos ha dado como don, es un lenguaje especial, no deben hablar en latín, es otro lenguaje. Es el lenguaje de la dulzura y del respeto. Y esto puede ayudarnos a pensar cómo es nuestra actitud de cristianos”.
“¿Es una actitud de dulzura o de ira? ¿o de amargura? Es muy feo ver a personas que se dicen cristianas pero están llenas de amargura. La Iglesia llama al Espíritu ‘dulce huésped del alma’. Y de respeto. Siempre respeta a los demás. Nos enseña a respetar a los otros”.
“El diablo, que sabe cómo debilitarnos, hará todo lo posible para que nuestro lenguaje no sea respetuoso y dulce, incluso dentro de las comunidades cristianas”.
A continuación, Francisco denunció que mucha gente “se acerca a las parroquias buscando paz y respeto y sin embargo encuentra lucha internas entre los fieles. En lugar de la dulzura encuentra murmuraciones, maledicencias, competencia… ¿Y esa gente que encuentra ese ambiente no de incienso sino de charlatanería qué dice? “Prefiero ser pagano’, y se va desilusionado. Con este lenguaje de ambición y de celos alejamos a la gente y no dejamos trabajar al Espíritu”.
“Tenemos que cuidar al Espíritu Santo y no hablar como el diablo nos enseña. Perdonad si vuelvo siempre sobre este tema, pero es el enemigo que destruye a nuestras comunidades: las murmuraciones”.
“La Virgen –continuó– ha cuidado al Espíritu Santo y la ha hecho madre del Hijo de Dios. No nos tiremos piedras a nosotros mismos, porque el diablo se divierte: pidamos esta gracia, cuidar al Espíritu Santo que está en nosotros. No le entristezcamos, y que nuestra actitud sea de dulzura y de respeto”.
Como ha hecho ya en otras ocasiones, el Papa se reunió con las personas que desarrollan distintas labores pastorales y se sometió a las preguntas de algunos niños de catequesis.
También saludó calorosamente a numerosos jóvenes, enfermos, familias con niños bautizados, así como con miembros del Camino Neocatecumenal que le esperaban con emoción. Además, confesó a cuatro fieles y después celebró la Santa Misa.
Esta ha sido la 15ª visita a una parroquia de la diócesis de Roma que realiza el Papa y es el tercer Pontífice que la visita. El primero fue Pablo VI el 27 de febrero y el segundo San Juan Pablo II el 13 de marzo de 1988.