El Santo Padre inició su visita a la capital financiera de Italia reuniéndose con los vecinos del barrio modesto de las «Casas Blancas», donde una buena parte son recién llegados, y visitando los apartamentos de tres familias, incluida la de Abdel Karit, Hanake y sus tres hijos, que son inmigrantes musulmanes de Marruecos.
Los Karit le ofrecieron dátiles y leche, que Francisco se bebió con mucha satisfacción mientras los pequeños le hacían dibujos y fotos, que completaron después con un selfie. Según Abdel Karit, «Francisco nos habló como si nos conociese de toda la vida. Ha sido muy emocionante pero también muy normal, una conversación de familia».
En la casa de los Agogini le esperaba el marido, Oneta, de 82 años de edad, pero no su esposa Adele, de 81, internada desde hace tres días en el hospital por un problema pulmonar. Con toda normalidad, Francisco la llamó por teléfono y pudo charlar con ella mientras su marido lo contemplaba con lágrimas en los ojos.
En su encuentro con los vecinos en la plaza de la barriada, el Papa les agradeció el regalo –una estola tejida por ellos mismos- comentando que «es un signo típicamente sacerdotal, que me conmueve, porque yo he venido a veros como sacerdote. Entro en Milán como sacerdote».
En esa línea de normalidad, el Papa utilizaría después una de las cabinas retrete que se encontró a su paso en la calle, como habían hecho muchas de las personas que se dieron cita en la plaza de la Catedral para ver en pantallas gigantes su encuentro con los sacerdotes y personas consagradas.
El Papa Francisco sale de una cabina-retrete instalada en la ciudad de Milán
Después de rezar un buen rato en silencio ante el Santísimo Sacramento, el Santo Padre respondió a las preguntas de un sacerdote, un diácono casado y una religiosa. A don Gabriel le hizo notar que no se preocupase por las dificultades, «pues desde los primeros tiempos del cristianismo ha habido en todas las épocas dificultades y desafíos».
Le animó a no tener miedo a las dificultades y a «echar las redes para pescar, pero sabiendo que nosotros solo echamos las redes. ¡Es el Señor quien captura los peces!».
Respondiendo al diácono casado Roberto Crespi, uno del centenar largo que hay en la diócesis, el Papa comentó con buen humor que «no se puede considerar al diácono permanente como mitad cura y mitad laico», ni tampoco como «un intermediario entre los fieles y los pastores».
Francisco subrayó que el diaconado permanente «es una vocación específica, una vocación familiar centrada en el servicio: el servicio al altar y el servicio a los pobres».
El diácono debe ser un abanderado de la caridad y de la ayuda a las personas necesitadas, siguiendo la tradición inaugurada por los apóstoles y que es muy visible en las actividades de la Limosnería Apostólica en Roma.
A su vez, el Papa invitó a la religiosa Paola Paganoni a no caer en nostalgias o «en la resignación, con el recuerdo de un pasado glorioso» cuando las órdenes religiosas contaban con muchísimas personas.
Francisco insistió en que la vocación religiosa es la de ser fermento, «y tú no pones dos kilos de fermento con cien gramos de masa, sino al revés», pues lo importante es hacer el bien espiritual a otras personas.
Después del encuentro en la catedral, el Papa salió al atrio para rezar el Ángelus con miles de fieles reunidos en la plaza y les dirigió una súplica: «Os pido por favor vuestra oración para que yo pueda servir. Servir al pueblo de Dios y hacer la voluntad de Dios».
A continuación se desplazó a la cárcel de San Vittore para visitar a un centenar de presos y almorzar con ellos. Como siempre, a su llegada saludó a los directivos, guardias y personal penitenciario, a quienes siempre exhorta a mantener la humanidad.
En la línea de normalidad y confianza, después del almuerzo con los reclusos el Papa durmió su breve siesta en la habitación del capellán de la cárcel antes de salir para el encuentro multitudinario con los fieles: la misa de la tarde del sábado en el antiguo hipódromo de Monza.
El Papa Francisco come con los reclusos de la cárcel de San Vittore
Ha dejado múltiples mensajes: el Papa ha pedido al clero de Milán, con el que se ha reunido en la catedral de esa ciudad italiana, que sepan discernir sin condenar o santificar y que no confundan «unidad con uniformidad» y «pluralidad con pluralismo».
Francisco ha señalado antes que los sacerdotes que deben evitar «formar el discernimiento» en un «escenario muy insidioso», al poner como marco de referencia la «cultura de la abundancia» que presenta tantas posibilidades como válidas y buenas, en la cual los jóvenes están «expuestos al zapping continuo, pudiendo navegar en dos o tres pantallas al mismo tiempo, en diversos escenarios virtuales».