Una meditación sobre la Cruz fue, como en el Angelus matutino, el centro de la predicación del Papa este domingo por la tarde durante su visita a la parroquia italiana de Santa Magdalena de Canossa, al norte de Roma.
Allí, según informa Aciprensa, se encontró con los niños y jóvenes de la catequesis, que le entregaron algunas cartas. Además saludó a los padres con los bebés que fueron bautizados durante el año, así como a los ancianos, enfermos y agentes pastorales.
Posteriormente celebró misa, donde en una homilía improvisada reflexionó sobre la Transfiguración del Señor. Señaló que Jesús se transfiguró dos veces, la primera en el monte Tabor y la segunda después de su Resurrección, con “el mismo rostro luminoso, brillante”. Pero, entre ambas, hubo otro rostro del Salvador, el de la Pasión: "Un rostro no tan bello, un rostro feo, desfigurado, torturado, despreciado, ensangrentado por la corona de espinas. Todo el cuerpo de Jesús será como una cosa para descartar”.
Como en el Angelus, Francisco invitó a todos los cristianos a mirar la Cruz pensando que en ella Cristo “se aniquiló para salvarnos; y para usar una palabra muy fuerte, tal vez una de las palabras más fuertes del Nuevo Testamento, que la usa Pablo: se hizo pecado. Y el pecado es la cosa más fea. El pecado es la ofensa a Dios, la bofetada a Dios y decirle a Dios ‘tú no me importas’”.
Por eso, “cuando somos perdonados [en la confesión], sentimos que somos perdonados porque Él ha tomado este pecado en la Pasión. Él se ha hecho pecado... Pagó así por todos nosotros".
El Papa exhortó a considerar ese amor de Cristo a los hombres: "¡Cuánto amor...! ¡Cuánto amor...! Y también pensemos en la belleza del rostro transfigurado de Jesús que encontraremos en el cielo... Esta contemplación de dos rostros de Jesús, el transfigurado y el hecho pecado, nos anima a pedir perdón de nuestros pecados, a no pecar tanto, nos anima sobre todo a tener confianza”, porque Cristo que tomó sobre sí “nuestros pecados, está siempre dispuesto a perdonarnos. Solo debemos pedirlo”, aseguró.
Al término de la Misa, el Santo Padre recibió las palabras de agradecimiento del párroco local y posteriormente regresó al Vaticano.