El Papa Francisco ha concedido una entrevista a Stefania Falasca, del diario Avvenire, propiedad de los obispos italianos, en la que habla acerca del Año de la Misericordia, el ecumenismo con protestantes y ortodoxos, y las críticas que recibe, que "no le quitan el sueño" y a menudo provienen de un "rigorismo" personal de los críticos.

- Hay quien piensa que en estos encuentros ecuménicos usted quiere malvender la doctrina católica, algunos dicen que quiere usted protestantizar la Iglesia... -plantea la periodista. 

- No me quita el sueño -responde el Papa-. Yo sigo el camino de los que me han precedido, sigo el Concilio. En cuanto a las opiniones, siempre hay que distinguir el espíritu con el que se dicen. Cuando no hay un mal espíritu, también ayudan a caminar. Otras veces se ve rápido que las críticas buscan justificar una posición ya asumida, que no son honestas, se hacen con mala intención para fomentar divisiones. Se ve rápido que cierto rigorismo nace de una carencia, de querer esconder tras una armadura la propia triste insatisfacción. En la película El festín de Babette se ve este comportamiento rígido. 

Y hablando del perdón, añade: "Algunos -pienso en ciertas réplicas a Amoris Laeticia-  continuan sin comprender, o blanco o negro, mientras que en el flujo de la vida se debe discernir. El Concilio dijo esto, pero los historiadores dicen que un Concilio, para ser asumido bien en el cuerpo de la Iglesia, necesita un siglo: llevamos la mitad". 




Sobre el luteranismo, Francisco recuerda que "antes de mí, Benedicto XVI fue a Erfurt, y habló de esto cuidadosamente, con mucha claridad. Él repitió que la cuestión de "¿cómo puedo tener un Dios misericordioso?" había penetrado en el corazón de Lutero y se situó tras toda su búsqueda teológica e interior. Había una purificación de la memoria. Lutero quería hacer una reforma que se supone que debía ser medicinal. Pero entonces las cosas se cristalizaron, se mezclaron intereses políticos de la época y acabó siendo el 'eius religio cuius regio', es decir, que había que seguir la religión de los que tenían el poder".


“La Iglesia y el evangelio no son un camino de ideas”, detalla Francisco. El ecumenismo ya lleva un largo camino en la Iglesia católica. “Yo no he dado ningún acelerón. En la medida en que vamos adelante el camino parece volverse más veloz”, asegura. “En este momento la unidad se hace en tres caminos: caminar juntos con las obras de caridad, rezar juntos y, finalmente, reconocer la confesión común, así como se expresa en el común martirio, en el ecumenismo de la sangre”.  

Sobre el martirio de cristianos de distintas denominaciones, asesinados por odio a la fe cristiana, dice: "Allí se ve que el Enemigo mismo reconoce nuestra unidad, la unidad de los bautizados".


También habla sobre el Año de la Misericordia y el poder del perdón. “Me gusta pensar que el Omnipotente tiene una mala memoria. Una vez que te perdona, se olvida. Porque es feliz de perdonar. Para mí esto basta”. Francisco cree que cuando un cristiano vive la experiencia del perdón cambia su concepción de la fe: “del legalismo a la Persona de Dios, que se ha hecho misericordia en la encarnación del Hijo.”

Francisco traza un primer balance del Jubileo de la Misericordia que termina este domingo 20, y sobre el cual asegura “no hice ningún plan, me he dejado llevar por el Espíritu”. No habían proyectos preestablecidos detrás del mismo, sino la esperanza de “que muchas personas hayan descubierto que son muy queridas por Jesús y se hayan dejado abrazar por Él”.  Porque “la misericordia es el nombre de Dios y también su debilidad, su punto débil”.


El Papa, después de alabar a todos los Patriarcas ortodoxos con los que se ha encontrado ("se ve enseguida hablando con ellos que son monjes, hombres de oración") explica que “todo tipo de proselitismo entre los cristianos es pecaminoso”, y recuerda que según Benedicto XVI, “la Iglesia no crece nunca por proselitismo sino por atracción”. "La Iglesia no es un equipo de fútbol que busca hinchas", añade.

Después explica cuál es la mayor debilidad de la Iglesia: ser autorreferencial, consistir en hombres que se alaban unos a otros. Quien “cultiva y alimenta su hambre de dominio y de afirmarse tiene una enfermedad espiritual porque cree que la Iglesia es una realidad humana autosuficiente, en donde todo se mueve según las lógicas de la ambición y del poder”. Es mala una Iglesia que crea tener luz propia, en vez de reflejar la de Cristo. 

“Por eso los Padres de la Iglesia hablaban de un mysterium lunae”, o sea que la Iglesia es como la luna, “da luz pero no billa por su luz propia”, y cuando “en cambio de mirar a Cristo se mira mucho a sí misma, aparecen también las divisiones”. Esto “sucedió después del primer milenio. Mirar a Cristo nos libera de esta costumbre y también de la tentación del triunfalismo y del rigorismo”. “Y nos hace caminar juntos en el camino de la docilidad al Espíritu Santo, lo que nos lleva a la unidad”.

(Aquí en Avvenire, la entrevista completa en italiano)