El domingo de octubre en la que la Iglesia celebra la Jornada Mundial Misionera, el Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus ante de miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Según explica Radio Vaticana, antes de la oración mariana, el Obispo de Roma comentó, las lecturas dominicales y recordó la segunda lectura de San Pablo en la que el apóstol piensa su existencia como consagrado a la misión, en su presente, pasado y futuro.
 
En concreto, el Santo Padre señaló que la experiencia del apóstol de los gentiles “nos recuerda que debemos comprometernos en las actividades pastorales y misioneras. Por una parte, como si el resultado dependiera de nuestras fuerzas, con el espíritu de sacrificio del atleta que no se detiene ni siquiera delante de las derrotas; por otro lado, sabiendo, que el verdadero éxito de nuestra misión es don de la Gracia: es el Espíritu Santo que hace eficaz la misión de la Iglesia en el mundo.
 
En esta línea, el Papa Francisco insistió: “¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo del coraje!”, y añadió: “Coraje de reforzar los pasos vacilantes, de retomar el gusto de gastarse por el Evangelio, de readquirir confianza en la fuerza que la misión trae consigo”.
 
Para todo ello, el Pontífice confío a la Virgen María, modelo de la “Iglesia en salida”, y dócil al Espíritu Santo que ayude a todos para ser “discípulos misioneros para llevar el mensaje de la salvación en la entera familia humana”.
  

  
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
 
Hoy la segunda lectura de la Liturgia de la Palabra nos presenta la exhortación de San Pablo a Timoteo, su colaborador e hijo predilecto, en la que reflexiona sobre la propia existencia de apóstol totalmente consagrado a la misión (cfr 2 Tm 4,6-8.1618). Viendo ya cercano el final de su camino terrenal, la describe en referencia a tres estaciones: el presente, el pasado, el futuro.
 
Al presente, lo interpreta con la metáfora del sacrificio: «Yo estoy a punto de ser sacrificado» (v. 6). Por lo que se refiere al pasado, Pablo indica su vida transcurrida con las imágenes de la «buena batalla» y de la «carrera» de un hombre que ha sido coherente con los propios compromisos y las propias responsabilidades (cfr v. 7); en consecuencia, confía en el reconocimiento futuro por parte de Dios, que es «juez justo» (v. 8). Pero la misión de Pablo ha resultado eficaz, justa y fiel solamente gracias a la cercanía y a la fuerza del Señor, que ha hecho de él un anunciador del Evangelio a todos los pueblos. He aquí su expresión: «El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles» (v. 17).
 
En este relato autobiográfico de San Pablo se refleja la Iglesia, especialmente hoy, Jornada Misionera Mundial, cuyo tema es “Iglesia misionera, testimonio de misericordia”. En Pablo la comunidad cristiana encuentra a su modelo, en la convicción que es la presencia del Señor la que hace eficaz el trabajo apostólico y la obra de evangelización. La experiencia del Apóstol de los gentiles nos recuerda que debemos comprometernos en las actividades pastorales y misioneras, por un lado, como si el resultado dependiese de nuestros esfuerzos, con el espíritu de sacrificio del atleta que no se detiene ni siquiera ante las derrotas; por otro lado, sabiendo que el verdadero éxito de nuestra misión es un don de la Gracia: es el Espíritu Santo que hace eficaz la misión de la Iglesia en el mundo.
 
¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo del coraje! Coraje de reforzar los pasos vacilantes, de retomar el gusto de gastarse por el Evangelio, de readquirir confianza en la fuerza que la misión trae consigo. Es tiempo del coraje, también si tener coraje no significa tener la garantía del éxito. Nos es pedido el coraje para luchar, no necesariamente para vencer; para anunciar, no necesariamente para convertir. Nos es pedido el coraje para ser alternativos al mundo, pero sin convertirnos jamás en polémicos o agresivos. Nos es pedido el coraje para abrirnos a todos, sin disminuir jamás lo absoluto y único de Cristo, único salvador de todos. Nos es pedido el coraje para resistir a la incredulidad, sin volvernos arrogantes. Nos es pedido también el coraje del publicano del Evangelio de hoy, que con humildad no se atrevía a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo ¡Oh Señor, ten piedad de este pecador! Hoy es tiempo del coraje. ¡Hoy es necesario el coraje!
 
La Virgen María, modelo de la Iglesia “en salida” y dócil al Espíritu Santo, nos ayude a todos a ser, en la fuerza de nuestro Bautismo, discípulos misioneros para llevar el mensaje de la salvación a la entera familia humana.