El Papa Francisco ha participado este lunes en el "Encuentro Fe y Ciencia: una llamada para el COP26”, la cumbre del clima que se celebrará en unas semanas en Glasgow. El acto se ha celebrado en el Palacio Apostólico Vaticano y ha sido organizado por las embajadas de Reino Unido e Italia ante la Santa Sede.
Entre los asistentes se encontraban también el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé; el gran imán de Al Azhar, Ahmad Muhammad Al Tayyeb; el Metropolita Hilarion, representante del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa; y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
Asistieron también el enviado del Patriarca Copto Ortodoxo Tawadros II, Barnaba; el Ayatolá Seyed Mostafa Mohaghegh Damad, jefe del Departamento de Estudios Islámicos de la Academia de Ciencias de Teheran; el reverendo Christopher Ferguson, de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas; el reverendo Martin Junge, Secretario General de la Federación Luterana Mundial; el Rabino Noam Marans, del Comité Judío Internacional para las Consultas Interreligiosas; y el Obispo Thomas Schirrmacher; Secretario General de la Alianza Evangélica Mundial.
En su intervención, el Papa mostró su deseo de mantener un “diálogo profundo” entre las personas de fe y “los expertos de la ciencia”. Y como hace habitualmente, reflexionó sobre tres conceptos de colaboración: la mirada de la interdependencia y del compartir, el motor del amor y la vocación al respeto.
En primer lugar recordó que “todo está conectado”, no sólo la ciencia “sino también nuestros credos y nuestras tradiciones espirituales muestran esta conexión que existe entre todos nosotros y el resto de la creación. Reconocemos los signos de la armonía divina presente en el mundo natural. Ninguna criatura se basta a sí misma, todas existen en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente”.
“Reconocer que el mundo está interconectado significa no sólo comprender las consecuencias dañinas de nuestras acciones, sino también individuar comportamientos y soluciones que deben adoptarse con una mirada abierta a la interdependencia y al compartir”, recalcó Francisco.
Según añadió, para los cristianos, la mirada de la interdependencia surge del misterio mismo del Dios trino: “Porque la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación”.
“Tenemos cada uno nuestra propia fe y tradición espiritual, pero no hay fronteras y barreras culturales, políticas o sociales que nos consientan aislarnos. Para iluminar esta mirada queremos comprometernos con un futuro modelado por la interdependencia y por la corresponsabilidad”, dijo para concluir este primer punto.
En segundo lugar, el Pontífice consideró que este compromiso se debe solicitar continuamente “al motor del amor”.
“Sin embargo, la fuerza propulsora del amor no se ‘pone en marcha’ una vez para siempre, sino que va reavivada día a día; esta es una de las grandes aportaciones que nuestros credos y tradiciones espirituales ofrecen para facilitar este cambio de rumbo que nos hace tanta falta”, indicó al respecto.
Por ello, el Papa afirmó que el amor “es espejo de una vida espiritual vivida intensamente. Un amor que se extiende a todos, más allá de las fronteras culturales, políticas y sociales; un amor que integra, también y sobre todo en beneficio de los últimos, quienes son muchas veces los que nos enseñan a superar las barreras del egoísmo y a romper las paredes del yo”.
Este desafío se coloca frente a la “cultura del descarte” que “parece prevalecer” en la sociedad y que al final provocan “semillas de conflicto” que causan “graves heridas” en el ambiente “como los cambios climáticos, la desertización, la contaminación, la pérdida de biodiversidad”.
Por último, el Papa habló de la “vocación al respeto”, tanto por la creación como por el prójimo, por uno mismo y hacia el Creador. “Pero también –agregó el Papa- respeto reciproco entre fe y ciencia, para ‘entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad’”.
Este debe ser, según Francisco, “un respeto que no es el mero reconocimiento abstracto y pasivo del otro, sino vivido de manera empática y activa, con el deseo de conocerlo y entrar en diálogo con él para caminar juntos en este viaje común, sabiendo bien que, como también indica el Llamamiento: ‘lo que podemos obtener depende no sólo de las oportunidades y de los recursos, sino también de la esperanza, de la valentía y de la buena voluntad’”.