Después de dirigir el rezo del Ángelus este domingo al mediodía, el Papa Francisco recordó la ceremonia de beatificación del sacerdote Ladislao Bukowinski que se ha realizado este 11 de septiembre en Karagandá, Kazajstán.
Por su evangelización constante en esta república soviética, en campos de trabajos forzados y a través de grandes distancias, es conocido como "el apóstol de Kazajstán". (ReL cuenta su historia con detalle aquí).
Además, el Santo Padre invitó a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro a rezar por el país africano de Gabón que padece una grave crisis política y los exhortó a rechazar cualquier tipo de violencia.
Queridos hermanos y hermanas,
Quisiera invitar a una especial oración por Gabón, que está pasando un momento de grave crisis política. Confío al Señor las víctimas de los enfrentamientos y a sus familiares. Me uno a los Obispos de aquel querido país africano para invitar a las partes a rechazar cada violencia y a tener siempre como objetivo el bien común. Animo a todos, en particular los católicos, a ser constructores de la paz en el respeto de la legalidad, en diálogo y en la fraternidad.
Hoy, en Karagandá, Kazajstán es proclamado beato Ladislao Bukowinski, sacerdote y párroco, perseguido por su fe. ¡Cuánto ha sufrido este hombre, cuánto! En su vida demostró siempre gran amor por los más débiles y necesitados y su testimonio aparece como un condensado de las obras de misericordia espirituales y corporales.
Saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos procedentes de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. Saludo a los fieles de Rumanía, a aquellos de la diócesis de Ferrara-Comacchio, el Movimiento Fides Vita, los grupos italianos de Venecia, Cologna Veneta, Caprino Veronese, Serravalle Scrivia y Novara; así como también los ciclistas venidos de Borgo Val di Taro y los jóvenes de la Confirmación de Rocco Sambuceto.
A todos, deseo un buen domingo. Y por favor, y por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!
Previamente el Papa Francisco comentó el Evangelio del día que recoge tres parábolas de misericordia y muestran hasta dónde llega el perdón de Dios.
"Cuando un pecador se convierte y se hace reencontrar por Dios no lo esperan reprobaciones y durezas, porque Dios salva, espera en casa con alegría y hace fiesta”, explicó.
El Pontífice dijo a todos que “el mensaje del Evangelio de hoy nos infunde grande esperanza y lo podemos sintetizar así: no hay pecado en el que hayamos caído por el que, con la gracia de Dios, no podamos resurgir; no hay un individuo irrecuperable, porque Dios no deja jamás de querer nuestro bien, también cuando pecamos”.
“Con estos tres relatos, Jesús quiere hacer entender que Dios es el primero en tener hacia los pecadores una actitud de acogida y misericordia”, explicó.
En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja 99 ovejas para ir en busca de la que se ha perdido.
En la segunda se observa “a una mujer que ha perdido una moneda y la busca pero no la encuentra y en la tercera Dios es imaginado como un padre que acoge a su hijo que se había alejado”.
Francisco destacó que todas tienen un elemento común: “verbos que significan alegrarse juntos, hacer fiesta”. Con los tres relatos “Jesús nos presenta un Dios con los brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión”.
En opinión del Papa, “la que más conmueve, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la del padre que abraza al hijo que ha regresado”.
“El camino de regreso a casa es la vía de la esperanza y de la vida nueva”, “Dios espera nuestro retomar el camino, nos espera con paciencia, nos ve cuando todavía estamos lejos, va a nuestro encuentro, nos abraza, nos perdona”.