El Papa Francisco presidió este domingo el rezo del Regina Coeli y desde la ventana del Palacio Apostólico dijo a los fieles que “ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas”.
De este modo, relató el episodio Evangélico y como “Cristo resucitado se presenta en medio del grupo de discípulos y los saluda diciendo: ‘¡La paz con vosotros!’. Pero estaban asustados y creían ‘ver un espíritu’. Entonces Jesús les muestra las llagas de su cuerpo y dice: ‘Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme’. Y para convencerlos, les pide comida y la come ante su mirada atónita”.
Francisco recalcó dos aspectos de este Evangelio. En primer lugar, dice “el Evangelio que los apóstoles, por su gran alegría, todavía no creían. Eran tal la alegría que tenían que no podían creer que aquello fuera verdad”.
Y el segundo –agregó el Santo Padre- es que “estaban estupefactos porque el encuentro con Dios siempre te lleva al estupor. Va más allá el entusiasmo, más allá de la alegría. Es otra experiencia. Y los apóstoles estaban alegres, pero una alegría que les hacía pensar, ‘no, esto no puede ser verdadero, no puede ser así’. Y el estupor de la presencia de Dios. No olvidemos este estado de ánimo que es tan bello”.
En este mismo relato hay tres verbos que han llamado la atención de Francisco y que “en cierto modo reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer”.
Según el Papa, mirar “no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre miran a su hijo, los enamorados se miran recíprocamente; el buen médico mira atentamente al paciente... Mirar es un primer paso contra la indiferencia, contra la tentación de volver la cara ante las dificultades y sufrimientos ajenos”.
Para hablar de tocar, el Papa dijo que “al invitar a los discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu, Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros hermanos no puede ser ‘a distancia’, a nivel de la mirada”.
A su juicio, “no existe un cristianismo a distancia. No existe un cristianismo en el plano único de la mirada. No. El amor pide cercanía, contacto, compartir la vida. El buen samaritano no solo miró al hombre que encontró medio muerto en el camino: se inclinó, curó sus heridas, lo subió a su montura y lo llevó a la posada. Y lo mismo ocurre con Jesús: amarlo significa entrar en una comunión vital y concreta con él”, subrayó.
Y el tercero de estos verbos es comer”, que según Francisco “expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, nuestra necesidad de nutrirnos para vivir”. Pero explicó también que “comer, cuando lo hacemos juntos, en familia o con amigos, también se convierte en expresión de amor, de comunión, de fiesta...”, recordó el Pontífice.