Francisco, que visitó este viernes en Roma una casa de acogida a antiguas prostitutas, dedicó este lunes en el Angelus de la festividad de la Asunción unas palabras a las mujeres que sufren por la violencia.
Evocando el Magnificat que se lee en el Evangelio del día, el Papa dijo que "el Señor se inclina ante los humildes para elevarlos, y esto lo hemos oído en el Magnificat, en el cántico de María, que nos lleva también a pensar en muchas situaciones dolorosas actuales".
"En particular", continuó, "en las mujeres vencidas, superadas por el peso de la vida y el drama de la violencia, en las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, en las niñas obligadas a trabajos inhumanos, en las mujeres obligadas a entregar su cuerpo y su espíritu a la concupiscencia de los hombres".
"Que pueda alcanzar cuanto antes para ellas", pidió el Papa, "el comienzo de una vida de paz, de justicia, de amor, en espera del día en el que finalmente se sentirán aferrados por manos que no los humillan, sino que con ternura les elevan y les conducen por el camino de la vida hasta el cielo".
E insistió: "María, una mujer, una niña, ha sufrido mucho en su vida. Nos hace pensar en estas mujeres que sufren tanto. Pidamos al Señor que Él mismo las lleve de la mano por el camino de la vida y las libre de esta esclavitud".
Tras el rezo del Ángelus, Francisco tuvo unas palabras para referirse a las víctimas de las masacres en el Congo: "A la Reina de la Paz que contemplamos hoy en la gloria celestial, quisiera confiar una vez más las ansias y los dolores de los pueblos que en muchas partes del mundo son víctimas inocentes de conflictos persistentes. Mi pensamiento se dirige a los habitantes de Kivú del Norte, en la República Democrática del Congo, recientemente golpeados por nuevas masacres que desde hace tiempo son perpetuadas en el silencio vergonzoso sin siquiera atraer nuestra atención. Forman parte, desgraciadamente de muchos inocentes que no tienen peso en la opinión mundial".