Al empezar su cuarto día en Polonia, el Papa Francisco ha acudido a la capilla con la tumba de Santa Faustina Kowalska en el Santuario de la Misericordia.
Allí fue recibido por las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia que difunden la devoción fomentada por esta santa monja polaca de la primera mitad del siglo XX, una devoción basada en las visiones que tenía de Jesucristo y plasmada en un cuadro que ella hizo pintar: Cristo, de pie, se lleva la mano al corazón, y de allí brotan dos rayos, uno rojo (la sangre, el vino) y otro pálido-azul (el agua del bautismo).
Las religiosas recibieron al Pontífice argentino cantando en español la canción "Alabaré, alabaré a mi Señor" (cantaba también un coro de 80 chicas a las que la congregación ayuda).
Francisco se recogió después en oración silenciosa durante unos minutos ante la tumba de santa Faustina Kowalska, patrona de esta Jornada Mundial de la Juventud. La misma Faustina era joven: murió de tuberculosis a los 33 años, después de 13 años de vida en el convento. Fue canonizada por Juan Pablo II en el año 2000.
Sobre el altar de la capilla se encontraba una cruz de madreperla, un regalo del Papa Francisco.
Francisco firmó en el Libro de Honor, escribiendo en español: “Misericordia quiero y no sacrificios”, la frase del Libro del Profeta Oseas (Os 6, 6) que Jesús recupera en el Evangelio de Mateo.
El Papa finalizó esa visita al convento con un rezo del Avemaría con los presentes y se dirigió al Santuario nuevo, construido entre 1999 y 2002 con capacidad para 5.000 personas.
Desde la terraza del santuario saludó a muchos jóvenes reunidos en el “campo de las confesiones” entre el Santuario de la Divina Misericordia y el Santuario dedicado a san Juan Pablo II.
Les predicó brevemente sobre que el Señor “nos quiere hacer hoy sentir más profundamente su gran misericordia”. Así, les ha pedido que nunca “nos alejemos de Jesús, aunque pensemos que por nuestros pecados o nuestras faltas somos lo peor”. Y ha añadido que “así nos prefiere Él, así su misericordia se derrama”. Los invitó a aprovechar este día “para recibir todos la misericordia de Jesús”. La frase adquiría un senetido pleno en una explanada llena de confesionarios donde se sucederán colas para confesrase. También con estos jóvenes rezó el Papa un Ave María. A continuación, el Pontífice saludó a un pequeño grupo de niños enfermos y se ha detenido unos instantes con ellos.
Para concluir este primer momento de la mañana, el Santo Padre ha atravesado la Puerta de la Divina Misericordia del Santuario y confesó a cinco jóvenes en italiano, español y francés.
Antes de dejar el lugar, ha rezado unos instantes delante del Santísimo Santísimo y ha bendecido un cuadro de la Divina Misericordia.