El viernes al anochecer el Papa Francisco se asomó al balcón del arzobispado de Cracovia para saludar a los peregrinos allí congregados y reflexionar sobre un día marcado por la reflexión acerca del mal y el dolor, con la visita a Auschwitz, a los niños enfermos del hospital pediátrico y la vivencia de la Pasión en el Viacrucis.
“Hoy fue un día muy especial”, indicó Francisco, si bien de dolor, con el Vía Crucis rezado con los jóvenes, e invitó a pensar “no solo el de hace dos mil años atrás, sino también con los que sufren hoy”.
Y precisó: “Los enfermos, los que están en guerra, los sin techo, los hambrientos, los que tienen dudas en la vida, que no sienten la felicidad de la salvación o que se sienten culpables del propio pecado”.
Y recordó que la tarde de este viernes tuvo un lado triste, porque estuvo en el hospital pediátrico y con ello le vino la pregunta, ¿por qué sufren los niños? En cambio por la mañana fue a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau.
“¡Cuánto dolor y cuánta crueldad!, exclamó. ¿Es posible que nosotros, hombres creados a imagen de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas?, se interrogó el Pontífice y precisó: “estas cosas se hicieron”.
“A esta realidad Jesús vino para llevarla en las propias espaldas, y nos pide rezar” aseguró. Y pidió que recemos “por todos los Jesús que hoy hay en el mundo”.
“Recemos por tantos niños enfermos inocentes que llevan la cruz desde niños. Recemos por tantos hombres y mujeres que son torturados en tantos países del mundo. Por los encarcelados que están hacinados como si fueran animales”.
Señaló que si esto es realidad “también lo es que Jesús ha cargado sobre sí todas estas cosas incluso nuestro pecado”. Y si bien “todos somos pecadores, Él nos ama porque somos hijos de Dios”.
“Cuando hay lagrimas –concluyó Francisco– el niño busca a su mamá, también nosotros pecadores busquemos a la madre y recemos a la Virgen cada uno en su propio idioma”. El día finalizó, así, con el rezo a la Madre de Dios.