No es como coleccionar cromos, pero se supone que quien vive con el Espíritu Santo ha de ver crecer sus frutos en su vida. El Papa Francisco, al repasar el capítulo 5 de la Carta a los Gálatas en su audiencia de este miércoles 27 de octubre, y después en su resumen a los peregrinos hispanohablantes, animó a repasar la lista de frutos, y de hecho la hizo leer en voz alta ante los asistentes al Aula Pablo VI en el Vaticano:
“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gal 5, 22-24).
El Papa animó así: “Puede ser un buen ejercicio espiritual leer la lista de San Pablo y mirar la propia conducta, para ver si se corresponde, si nuestra vida es realmente según el Espíritu Santo, si lleva estos frutos. Estos frutos de amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí mismo: ¿Mi vida lleva estos frutos? ¿Es el Espíritu quien da?"
Centrarse en Jesús, no en preceptos y tradiciones
El Papa recordó el tema central sobre el que insiste San Pablo a los cristianos de Galacia: que se centren en Cristo, su muerte, su resurrección, su Espíritu Santo, y no vuelvan a enredarse en una religiosidad de preceptos y tradiciones, que acaban alejando de Cristo.
Francisco lo comparó con personas que también en nuestra época “buscan la certeza religiosa antes que al Dios vivo y verdadero, centrándose en rituales y preceptos en lugar de abrazar al Dios del amor con todo su ser".
Y añadió: “Esta es la tentación de los nuevos fundamentalistas, ¿no?, los que parecen tener miedo de avanzar, y vuelven atrás porque se sienten más seguros: buscan la seguridad de Dios y no el Dios de la seguridad... Por eso Pablo pide a los gálatas que vuelvan a lo esencial, volver a Dios, a lo esencial, no a las seguridades de Dios: a lo esencial, a Dios que nos da la vida en Cristo crucificado”
Pero cuando una persona se entrega a Cristo, “¿qué ocurre cuando nos encontramos con Jesús Crucificado en la oración?”, planteó el Pontífice.
La respuesta es “lo que ocurrió bajo la Cruz”, es decir, que “Jesús entrega el Espíritu”, o sea que “da su propia vida”. “Y el Espíritu, que brota de la Pascua de Jesús, es el principio de la vida espiritual”.
Es el Espíritu Santo quien “cambia el corazón. ¡No nuestras obras, sino la acción del Espíritu Santo en nosotros! Es él quien guía a la Iglesia, y nosotros estamos llamados a obedecer su acción, que extiende dónde y cómo quiere”.
“El Evangelio se destina a todos, no a pocos privilegiados”
Tras reflexionar acerca de que “fue precisamente la constatación de que el Espíritu Santo descendía sobre todos y que su gracia actuaba sin exclusión lo que convenció, incluso a los más reacios, de que el Evangelio de Jesús estaba destinado a todos y no a unos pocos privilegiados”, el Papa agregó:
“Y los que buscan la seguridad, el pequeño grupo, las cosas claras como entonces, viven ‘como entonces’, se alejan del Espíritu, no dejan que la libertad del Espíritu entre en ellos. Así, la vida de la comunidad se regenera en el Espíritu Santo; y es siempre gracias a Él que alimentamos nuestra vida cristiana y llevamos adelante nuestra lucha espiritual”.
Lo contrario del Espíritu: las malas obras
El Papa señala que Pablo también enumera “las obras de la carne, que se refieren al uso egoísta de la sexualidad, a las prácticas mágicas que son idolatría y a lo que socava las relaciones interpersonales, como “discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias”.
“Todo esto es fruto – por así decirlo – de la carne, de un comportamiento sólo ‘humano’, ‘enfermizamente humano’. Porque un humano tiene sus valores, pero esto es ‘enfermizamente’ humano. El fruto del Espíritu, en cambio, es ‘amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí’”
Sobre los buenos frutos del Espíritu Santo, el Papa especificó que “los tres primeros enumerados son el amor, la paz y la alegría: desde aquí se reconoce a una persona habitada por el Espíritu Santo”. Y añadió que esta enseñanza del Apóstol “supone también un gran reto para nuestras comunidades. Sin embargo, “no se puede captar la belleza de la fe en Jesucristo partiendo de demasiados mandamientos y de una visión moral que, desarrollándose en muchas corrientes, puede hacernos olvidar la fecundidad original del amor”, alimentado “de oración que da la paz y de testimonio alegre”.
La burocracia que aleja a la gente
El Papa advirtió de un peligro: “Cuántas veces nosotros mismos, los sacerdotes o los obispos, hacemos tanta burocracia para dar un sacramento, para acoger a la gente, que la gente dice: ‘No, esto no me gusta’. Y se va, y no ve en nosotros, muchas veces, la fuerza del Espíritu que regenera, que nos hace nuevos a todos”.
Por lo tanto, concluyó su catequesis el Papa, afirmando que “tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre”.
En sus saludos en español insistió en su reto: “Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a hacer este pequeño ejercicio, relean la lista de los frutos del Espíritu Santo que encontramos en Gálatas 5, 22-23. Vean si se corresponden con la propia existencia, es decir, si nuestra vida se ha dejado configurar con Cristo, al que contemplamos muerto y resucitado, en la imagen de la cruz y en el misterio de la Eucaristía; si se ha dejado trasformar por el Espíritu para ser ella misma eucaristía, don y acción de gracias, para gloria de Dios y salvación de las almas. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias”.
Campanas provida para Ecuador y Ucrania
A los peregrinos polacos el Pontífice les recordó que a petición de la Fundación Vida Sí, de Polonia (fotos aquí) bendijo hoy unas campanas que se llamarán "La voz de los no nacidos". Y tras explicar que están destinadas a Ecuador y Ucrania, el Papa manifestó su deseo:
“Que para estas naciones y para todos, sean un signo de compromiso en favor de la defensa de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. Que su sonido anuncie al mundo el ‘Evangelio de la vida’, despierte las conciencias de los hombres y el recuerdo de los no nacidos. Encomiendo a sus oraciones cada niño concebido, cuya vida es sagrada e inviolable. Los bendigo con todo mi corazón”
Por último, antes de rezar el Padrenuestro en latín el Santo Padre dio su cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saludó a la Fundación San Vito de Mazara del Vallo, a la Asociación Diversa-Mente y a la comunidad esrilanquesa de la ciudad de Nápoles. Por último, como siempre, Francisco dirigió su pensamiento a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados presentes. A todos ellos los animó a testimoniar el mensaje de salvación evangélica que los Santos Apóstoles Simón y Judas, cuya fiesta celebraremos mañana, testimoniaron con su vida.