El Santo Padre llegó a Lesbos, que acoge a más de 4 mil refugiados, que en su mayoría huyen de la violencia en Medio Oriente, alrededor de las 10:20 a.m. (hora local). Tras la recepción en el aeropuerto, el Papa se reunió en privado con el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, a quien le indicó que “he venido a agradecer al pueblo griego por su generosidad”.
Concluido este encuentro, Francisco se dirigió al Campo de Refugiados de Moria, acompañado del Patriarca Ecuménico de Constantinopla (Turquía), Bartolomé I, y del Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo II.
“Este es el mensaje que les quiero dejar hoy: ¡No pierdan la esperanza!”, les dijo el Papa a los refugiados en Lesbos, y que “he querido estar hoy con ustedes. Quiero decirles que no están solos”.
“En estas semanas y meses, han sufrido mucho en su búsqueda de una vida mejor. Muchos de ustedes se han visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de sus hijos, por sus pequeños. Han hecho grandes sacrificios por sus familias”, indicó el Papa.
Los refugiados, dijo, “conocen el sufrimiento de dejar todo lo que aman y, quizás lo más difícil, no saber qué les deparará el futuro”.
“Son muchos los que como ustedes aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este continente”.
El propósito de la visita al campo de refugiados, señaló, es “para estar con ustedes y escuchar sus historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma”.
“Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en su nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común”, manifestó.
El Papa subrayó que “Dios creó a la humanidad para ser una familia”, de tal forma que “cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados”.
Francisco destacó además que crisis como la actual “pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo han comprobado ustedes mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a sus necesidades a pesar de sus propias dificultades”.
“Todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos”, dijo.
El Santo Padre recordó que a los cristianos “nos gusta contar el episodio del Buen Samaritano”, una parábola “sobre la misericordia de Dios”.
“Es también una llamada para mostrar esa misma misericordia a los necesitados. Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudarlos con ese espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia”, expresó.
Al concluir su mensaje, Francisco dio su bendición a los refugiados y pidió para ellos “los dones divinos de fortaleza y paz”.
Durante su visita al campo de refugiados, el Santo Padre también escuchó de forma personal los sufrimientos de los migrantes ahí congregados y les dio su bendición.
Noticia publicada por ACIPRENSA.