En 2019, Francisco instituyó el Domingo de la Palabra de Dios con la finalidad de subrayar la presencia del Señor en la vida de las personas y promover el aprecio del pueblo cristiano hacia las Sagradas Escrituras, expresado de formas variadas, desde el estudio a su entronización en hogares e instituciones.
Se celebra el tercer domingo del tiempo ordinario, y así fue, por cuarto año, este 22 de enero, con una misa que presidió el Papa en la basílica de San Pedro. Una celebración durante la cual se confirieron tres ministerios de lector y siete de catequista a diez hombres y mujeres procedentes de Italia, Congo, Filipinas, México y Reino Unido.
Los lectores y catequistas a quienes les fue conferido el ministerio este domingo. Foto: Vatican Media.
El Papa glosó la "urgencia" de Jesucristo en el anuncio del Reino, lo que nos transmite un "dinamismo" que concretó en tres ideas, a las que dedicó la homilía: "La Palabra es para todos, la Palabra llama a la conversión, la Palabra hace anunciadores".
Una urgencia eclesial
Que la Palabra es para todos lo percibimos en que "el Evangelio nos presenta a Jesús siempre en movimiento, en camino hacia los demás... Lo vemos como itinerante y peregrino, recorriendo pueblos y aldeas, encontrando rostros e historias. Sus pies son los del mensajero que anuncia la buena nueva del amor de Dios".
Con esto se nos quiere decir que "la Palabra de Dios, que sana y levanta", está destinada "a todos": "Quiere llegar a los lejanos, quiere sanar a los enfermos, quiere salvar a los pecadores, quiere reunir a las ovejas perdidas y levantar a los que tienen el corazón cansado y agobiado".
"La misericordia de Dios es para todos", subrayó el Papa, y por tanto "es para mí", por lo que "nunca podemos restringirle el campo de acción". Por tanto, "si la salvación está destinada a todos, incluso a los más lejanos y perdidos, entonces el anuncio de la Palabra debe convertirse en la principal urgencia de la comunidad eclesial".
En consecuencia, "que no nos suceda sabernos llamados a llevar el anuncio del Reino y descuidar la Palabra, distrayéndonos en tantas actividades secundarias, o tantas discusiones secundarias".
También los pastores están bajo la autoridad de la Palabra
Además de dirigirse a todos, la Palabra de Dios "llama a la conversión": "Esto significa que la cercanía de Dios no es neutra, su presencia no deja las cosas como están, no preserva la vida tranquila. Al contrario, su Palabra nos sacude, nos inquieta, nos apremia al cambio".
Es como "una espada que penetra en la vida, haciéndonos discernir los sentimientos y pensamientos del corazón, es decir, haciéndonos ver cuál es la luz del bien a la que hay que dar cabida y dónde en cambio se adensan las tinieblas de los vicios y pecados que hay que combatir. La Palabra, cuando entra en nosotros, transforma nuestro corazón y nuestra mente; nos cambia, nos lleva a orientar nuestra vida hacia el Señor".
En el Angelus del domingo, Francisco insistió en las ideas de la homilía de la Palabra de Dios, animó a leer todos los días un pasaje del Evangelio y rezó un avemaría por Myanmar, donde fue quemada una de las iglesias históricas del país.
"Hazle lugar a su Palabra y cambiarás la perspectiva de tu vida", propuso Francisco: "Todos, incluso los pastores de la Iglesia, estamos bajo la autoridad de la Palabra de Dios. No bajo nuestros propios gustos, tendencias y preferencias, sino bajo la única Palabra de Dios que nos moldea, nos convierte y nos pide estar unidos en la única Iglesia de Cristo".
"No es proselitismo"
Además de dirigirse a todos y llamar a la conversión, la Palabra de Dios convierte en "anunciadores" a quienes la reciben, dijo el Papa recordando cómo Cristo llamó a Simón y Andrés, pescadores en el mar de Galilea, para hacerlos "pescadores de hombres", es decir, "expertos en buscar a los demás" y "capaces de navegar por el mar abierto del mundo, de salir al encuentro de sus hermanos y de proclamar la alegría del Evangelio".
"Y esto no es proselitismo", señaló, aclarando un término que censura con frecuencia, "porque la que llama es la Palabra de Dios, no nuestra palabra".
Como consecuencia de esta tercera lección de la Palabra de Dios, se nos invita "a testimoniarla en las situaciones de cada día, a vivirla en la justicia y la caridad, a 'darle carne' acariciando la carne de los que sufren" anunciándoles "la alegría de saber que Él es Padre y se dirige a cada uno".
Francisco concluyó sus palabras con una expresión de gratitud "a quienes dedican sus esfuerzos para que la Palabra de Dios vuelva a estar en el centro, sea compartida y proclamada", desde sus estudiosos a los agentes pastorales o cristianos comprometidos en esa tarea. Y también dio las gracias a quienes siguen su consejo, reiterado numerosas veces a lo largo de su pontificado, de llevar siempre consigo un Evangelio de bolsillo para aprovechar cualquier momento oportuno y leerlo y meditarlo.