¿Por qué Jesucristo hizo el milagro de caminar de noche sobre las aguas del mar de Galilea, tal como recoge el Evangelio de este domingo (Mt 14, 22-33)? Es la pregunta a la que respondió Francisco este domingo antes de rezar el Ángelus con los fieles congregados en la Plaza de San Pedro.
No fue por hacer un "espectáculo" ni porque hubiese una "necesidad urgente" de socorrer a los suyos, dijo el Papa, pues "fue Él quien lo programó todo". ¿Para qué? Para "transmitir un mensaje".
Jesús "pisotea" los tres males
En aquella época, explicó, las tempestades del mar como las que sacudían la barca en la que iban los apóstoles se atribuían a "fuerzas malignas que el hombre no podía dominar", y ellos tenían miedo de hundirse, "de ser tragados por el mal". Por eso, que Jesús camine sobre las aguas revueltas quiere decir que camina "sobre las fuerzas del mal". Y en esas circunstancias les dice: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!".
Lo que nos transmite, pues, es que "los poderes malignos que nos asustan y no conseguimos dominar, con Jesús son redimensionados", nos está diciendo: "No tengas miedo. Yo pongo bajo mis pies a tus enemigos".
Un aspecto de la Plaza de San Pedro este domingo durante el rezo del Ángelus.
Y esos enemigos, ¿quiénes son? No son personas, "no son ellos los enemigos", sino "la muerte, el pecado, el diablo", y a esos enemigos, Jesús los "pisotea por nosotros".
Dice "¡Ánimo!" para decirnos: "No estás solo en las agitadas aguas de la vida". Por tanto, cuando nos encontremos en mar abierto y con el viento en contra, cuando estemos con miedo y "solo se vea oscuridad y nos sintamos perdidos", hay que hacer "dos cosas", dijo Francisco, que es lo que hacen los discípulos: "Invocar a Jesús y acoger a Jesús".
"¡Señor, sálvame!"
Cuando Pedro va a su encuentro también sobre las aguas, pero duda y se hunde, ¿qué dice? Dice lo que el Papa pidió que se diga en circunstancias similares, e hizo repetir a los presentes tres veces: "¡Señor, sálvame!"
"Con esta oración se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, de que Él vence nuestros males y nuestros miedos", añadió.
Tras invocarle, los apóstoles acogen al Señor en la barca, y el viento se calma y se calman las aguas. "Jesús no nos libera del esfuerzo de navegar, hay que afrontar las dificultades para que se convierta en lugar de salvación, porque Él las vence y es la forma de encontrarle".
El Papa concluyó invitando a todos a preguntarse si invocamos a Jesús en las dificultades y creemos que Él es más fuerte que todas ellas. Y, sobre todo, "¿navego con Jesús? ¿Le hago un hueco en la barca de mi vida? ¿Le confío el timón a Jesús?"