El Papa Francisco ha dedicado su discurso durante la audiencia general de este miércoles a abordar la problemática moral y social de las drogas, coincidiendo con el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas que se celebra este 26 de junio.

Comenzó con un breve recorrido de anteriores pontificados que abordaron el consumo de drogas, como lo hizo San Juan Pablo II al afirmar que "empobrece a todas las comunidades en las que se produce", "disminuye la fuerza humana y la fibra moral", "mina los valores estimados" y "destruye la voluntad de vivir y de contribuir a una sociedad mejor".

Tras recordar que cada adicto "trae consigo una historia que debe ser escuchada, comprendida, amada" y, si es posible, "sanada y purificada" por su "dignidad en cuanto que son hijos de Dios", subrayó que no es posible "ignorar las malas intenciones y acciones de los vendedores de drogas y de los narcotraficantes".

El pontífice no dudó en referirse a ellos como "asesinos" en varias ocasiones y recordó a los fieles presentes en la plaza de San Pedro que están "llamados a actuar, a detenernos ante las situaciones de fragilidad y dolor, saber escuchar el grito de soledad  y la angustia y levantar y traer de vuelta a aquellos que caen en la esclavitud de la droga".

Una llamada que también se dirigió a elevar la oración "por estos criminales que dan la droga a los jóvenes".

"Son criminales, son asesinos. Recemos por su conversión", reiteró.

También citó a Benedicto XVI, que se expresó en semejantes términos al recordar "el mal que [quienes comercian con droga] están provocando a una multitud de jóvenes y de adultos de todas las clases sociales": "Dios les pedirá cuentas de lo que han hecho. No se puede pisotear de esta manera la dignidad humana".

Francisco remarcó que la reducción de la dependencia de las drogas no se consigue "liberalizando" su consumo, a lo que se refirió como "una fantasía" que ya se ha propuesto o aplicado en algunos países, mostrando que "si se liberaliza, se consume más".

Tras mostrarse como una solución fallida y al haber conocido múltiples historias de drogodependientes, el Papa indicó la "vía prioritaria" de "acabar con la producción y el tráfico de estas sustancias peligrosas", lo que según él "es moralmente correcto".

"Esta plaga, que produce violencia y siembra sufrimiento y muerte, exige un acto de valentía por parte de toda la sociedad", mencionó.

Otra vía de actuación propuesta por el pontífice es la prevención, que se pone en práctica "promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida personal y comunitaria, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro".

Lejos de ser una entelequia, existen iniciativas y comunidades que ponen en práctica dichas medidas y que buscan la recuperación "inspiradas por el Evangelio", así como Conferencias Episcopales que promueven -y estados que aplican- "una legislación y políticas justas en materia de tratamiento" de drogodependientes y prevención.  

A modo de ejemplo, destacó la red de la Pastoral Latinoamericana de Acompañamiento y Prevención de Adicciones (PLAPA), los obispos de África austral y su reunión Capacitar a los jóvenes como agentes de paz y esperanza.

Francisco se despidió animando a los fieles a elevar sus oraciones por los criminales del narcotráfico, por los millones de drogodependientes en todo el mundo  y por el fin del "escándalo de la producción y del tráfico ilícitos de estas drogas".

"No podemos ser indiferentes. El Señor Jesús se ha detenido, se ha acercado, ha curado las llagas"; concluyó.