El Vía Crucis del pasado Viernes Santo fue el décimo celebrado en el pontificado del Papa Francisco, pero también uno de los más emotivos, polémicos y numerosos celebrado de su pontificado.
A los 74 escogidos pertenecientes a 14 familias para portar la cruz presentes en el Coliseo romano se sumó una muchedumbre de unas 10.000 personas concentradas en las inmediaciones del mismo tras dos años de suspensión por la pandemia. Por ello ha sido descrito como el más numeroso que jamás se haya organizado en el Coliseo.
Un Vía Crucis protagonizado por familias
En este Vía Crucis, 14 familias fueron invitadas a preparar las intenciones que serían leídas en voz alta durante cada estación mientras cada familia sostenía la cruz en el anfiteatro Flavio. La primera de las oraciones estuvo dirigida a "las parejas de amigos que fracasaron, cuando leemos en los periódicos que aumentan las rupturas y nos dicen que seguramente nos separemos porque así va el mundo".
Los matrimonios pidieron también por el "dolor" que acompaña a su imposibilidad de tener hijos, así como por "los gastos imprevistos, la preocupación por las tensiones con los hijos adolescentes o la angustia y preocupación de que [la familia] lleve una vida precaria".
Los padres de un niño discapacitado rezaron durante la escena en la que Jesús es juzgado por Pilato. "Nuestro hijo ya fue juzgado desde antes de venir al mundo: Encontramos médicos que cuidaron de su vida antes de nacer, y médicos que con toda claridad dijeron que era mejor que no naciera. Cuando elegimos la vida, también nosotros fuimos objeto de juicio, y nos dijeron que sería un peso para nosotros y para la sociedad. '...Crucifícalo'. Y, sin embargo, no había cometido ningún mal", añadieron.
Tensión, reconciliación y polémica por la guerra
Sin embargo, la polémica y la guerra que se vive en el este de Europa entre Rusia y Ucrania también se hicieron presentes en el Vía Crucis. Y es que dos amigas de nacionalidad rusa y ucraniana -Albina e Irina- acordaron llevar juntas la cruz durante la XIII estación para pedir por la reconciliación en esta estación que recuerda las últimas horas de la Pasión de Cristo.
Albina e Irina, las dos amigas de nacionalidad rusa y ucraniana que portaron juntas la cruz en el Vía Crucis como gesto de reconciliación.
Aunque en un principio estaba prevista la lectura de una meditación invitando a la reconciliación, esta fue suprimida y sustituida por una petición del pontífice pidiendo por el fin de la guerra: "Ante la muerte, el silencio es más elocuente que las palabras. Detengámonos, pues, en un silencio de oración y recemos cada uno en su corazón por la paz en el mundo".
"Tómanos de la mano, como un Padre, para que no nos alejemos de Ti; convierte nuestros corazones rebeldes a tu corazón, para que aprendamos a seguir proyectos de paz; haz que los adversarios se den la mano, para que gusten del perdón recíproco", ha pronunciado. Asimismo, en su oración ha pedido al Señor que desarme la mano alzada del hermano contra el hermano, para que "donde haya odio florezca la concordia".
Este improvisado cambio tuvo lugar después de que comenzasen a aflorar las tensiones entre las autoridades ante las "posibles consecuencias" de este gesto, advertidas por el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash.
En un mensaje de Twitter, Yurash manifestó que entiende y comparte "la preocupación general" que ha generado en Ucrania y en muchas otras comunidades la idea "de poner juntas a mujeres ucranianas y rusas llevando la Cruz durante el Viernes Santo del Coliseo".
El nuncio Apostólico en Ucrania, el arzobispo Visvaldas Kulbokas, también señaló en la revista Credo que él no hubiera organizado la oración de este modo: "La reconciliación debe llegar cuando se detenga la agresión. Cuando los ucranianos sean capaces no sólo de salvar sus vidas, sino también su libertad. Y, por supuesto, sabemos que la reconciliación se produce cuando el agresor admite su culpa y se disculpa", sentenció.
El arzobispo greco católico de Ucrania, Sviatoslav Shevchuk, fue otro de los grandes opositores a esta medida por considerarla una "idea inoportuna" y "ambigua". "Los textos y los gestos de la estación XIII de este Vía Crucis son incomprensibles y hasta ofensivos", remarcó.
Ambas jóvenes residen con sus familias en Roma y se conocieron en la sala de ciudados paliativos del centro Together in Care, según reconoció Irina a L'Osservatore Romano.
Poco después del comienzo de la guerra, Albina quiso hablar con su amiga que estaba de servicio. "La mirada de nuestros ojos fue suficiente: nuestros ojos se llenaron de lágrimas. Siempre me emociono cuando recuerdo que Albina empezó a disculparse conmigo. En ese momento estaba desconsolada. Se sintió culpable y me pidió disculpas. Le aseguré que ella no tenía nada que ver", añadió en el medio vaticano.
Una tradición secular comenzada en 1749
Esta celebración del Vía Crucis comenzó a gestarse por el Papa Benedicto XIV en 1749, que declaró al Coliseo de Roma como la casa de todos los santos. Fue así como ordenó la construcción de un Vía Crucis alrededor de la arena "impregnada de la sangre de los mártires" que perecieron a causa de su fe.
Poco después de su construcción, el Santo Padre comenzó a celebrar allí el Vía Crucis hasta que la práctica cayó en el olvido durante décadas. En 1925, el Papa Pío XI retomó esta celebración como también lo hizo Pablo VI en 1964. Aquel año el Papa presidió la oración desde el Coliseo y desde entonces el Sumo Pontífice ha acudido cada año. Francisco lo ha celebrado este año desde un palco habilitado en el monte Palatino.