La tarde del martes en Tallinn, la capital de Estonia, el Papa Francisco la dedicó a encontrarse con personas necesitadas y ayudadas por la comunidad católica y después presidió una misa al aire libre animando a todos los cristianos a dar testimonio, en una sociedad no creyente, de cómo vive un pueblo santo.
Con los asistidos por la Iglesia
Después de comer en el Convento de las Hermanas Brigidinas (una congregación fundada por una santa conversa para evangelizar en los países nórdicos y protestantes) el Papa Francisco se reunió con un grupo de asistidos por las obras de caridad de la Iglesia, en la catedral católica de Tallinn, dedicada a San Pedro y San Pablo. El Pontífice recordó que los milagros de Dios operan en medio de la dificultad, cuando "la fe no tiene miedo de ponerse en juego".
En la catedral estaban un centenar de personas: las que atienden las asociaciones católicas, el párroco, la Madre Superiora de las Misioneras de la Caridad y miembros de Cáritas.
Dos personas contaron su testimonio: una madre con nueve hijos con su esposo en la cárcel, y un hombre que ha sufrido durante años las consecuencias del alcoholismo.
El Papa se emocionó cuando ellos dijeron que "Dios, a través de las misioneras de la Caridad nos ha cambiado milagrosamente la vida".
El Papa alabó a esta congregación fundada por la Madre Teresa de Calcuta como ejemplo de esa fe que "no tiene miedo de dejar la comodidad, de ponerse en juego y se anima a salir". Es la fe que "logra transparentar las palabras más hermosas del Maestro: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado» (Jn 13,34). Amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa, como sucede en este hogar".
Al despedirse, el Pontífice invitó a los presentes a seguir creando lazos entre ellos y con los demás. "Salgan por los barrios y digan a muchos: Tú y tú eres parte de nuestra familia. Jesús llamó a los discípulos, y hoy también os llama a cada uno de vosotros, queridos hermanos, para seguir sembrando y transmitiendo su reino. Él cuenta con vuestras historias, con vuestras vidas, con vuestras manos para recorrer la ciudad y compartir lo mismo que vosotros habéis vivido- dijo- animando a todos a preguntarse si verdaderamente el Señor puede contar con ellos".
Misa del Papa en Tallin: «´Sean un pueblo santo, con el corazón abierto a Dios»
Más tarde, el Papa Francisco presidió una Eucaristía del Espíritu Santo al aire libre, en la Plaza de la Libertad, en Tallin.
El Papa comparó al pueblo estonio, que se liberó de la tiranía soviética, con el pueblo de Israel, que se liberó de la tiranía del Faraón.
“Vosotros sabéis de luchas por la libertad, podéis identificaros con aquel pueblo”, dijo. El pueblo de Israel, en el Sinaí, “es un pueblo que ya ha visto el amor de su Dios, es un pueblo que decide hacer un pacto de amor porque Dios ya lo amó primero y le expresó ese amor”.
Haciendo una consideración sobre el don de la fe recordó que: “los cristianos sabemos que la propuesta de Dios lleva a la plenitud”, a la vez que hizo una reflexión más: “Algunos se consideran libres cuando viven sin Dios o al margen de él. No advierten que de ese modo transitan por esta vida como huérfanos, sin un hogar donde volver. Nos toca a nosotros, al igual que al pueblo salido de Egipto, escuchar y buscar”.
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Ante esa búsqueda, esa “sed, que habita en todo corazón humano, Jesús, nos anima a resolverla yendo a su encuentro. Él es quien puede llenarnos de la plenitud”.
Ante la tentación de buscar saciar la sed interior que lleva dentro de sí todo hombre, el Papa recordó que: “En el desierto, el pueblo de Israel va a caer en la tentación de buscarse otros dioses… Pero Dios siempre lo atrae nuevamente, y ellos recordarán lo que escucharon y vieron en el monte”.
Ante esta llamada a volver a Dios, el Papa compartió con la pequeña porción del Pueblo de Dios que peregrina en Estonia: “somos la pequeña porción que tiene que fermentar toda la masa, que no se esconde ni se aparta, que no se considera mejor ni más pura”. Y tomando el ejemplo del águila cuando resguarda a sus polluelos y los ayuda a valerse por sí mismos sin dejar de protegerlos, el Papa les recordó que:
Un pueblo en salida, arriesgado, sin miedo
“Así es Dios con su pueblo elegido, lo quiere en “salida”, arriesgado en su vuelo y siempre protegido solo por él. Tenemos que perder el miedo y salir de los espacios blindados, porque hoy la mayoría de los estonios no se reconocen como creyentes”.
El Papa además dio pistas en la homilía para estar en actitud de salida, les dijo: “Salir como sacerdotes; lo somos por el bautismo. Salir a promover la relación con Dios… Necesitamos crecer en una mirada cercana para contemplar, conmovernos y detenernos ante el otro, con una mirada respetuosa y llena de compasión que es capaz de sanar, desatar ataduras y hacer crecer en la vida cristiana y dar testimonio de ser un pueblo santo”.
Todos estamos llamados a ser santos
Añadió el Santo Padre: “Hoy elegimos ser santos saneando los márgenes y las periferias de nuestra sociedad, allí donde nuestro hermano yace y sufre el descarte, en él está la imagen de Dios, es un hermano redimido por Jesucristo”.
El Santo Padre finalizó su homilía recordando al pueblo de Estonia: “Qué bueno es sentirse parte de un pueblo. Vayamos a la montaña santa, a la de Moisés, a la de Jesús, y pidámosle que nos despierte el corazón, que nos regale el don del Espíritu para discernir en cada momento de la historia cómo ser libres, cómo abrazar el bien y sentirnos elegidos, cómo dejar que Dios haga crecer, aquí en Estonia y en el mundo entero, su nación santa, su pueblo sacerdotal”.
Este fue el acto final del Papa Francisco en Estonia, y con el que finalizaba su periplo de varios días por los tres países bálticos, antes de iniciar el retorno a Roma.
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