Con la misa oficiada por el Papa este domingo a las diez de la mañana en la basílica de San Pedro quedó abierta la asamblea especial del sínodo de obispos para la región panamazónica, que tendrá lugar en el Vaticano hasta el 27 de octubre. Posteriormente, en el Angelus, pidió "acompañar con la oración" dicho evento en el que "los padres sinodales, reunidos durante tres semanas en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán sobre la misión de la Iglesia en la Amazonia, sobre la evangelización y sobre la promoción de una ecología integral".
Dirigiéndose en la homilía a los obispos que participan en el sínodo, Francisco dijo: "Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos".
Ese don también "se reaviva", dijo el Papa refiriéndose a la misión de los trabajos sinodales que ahora comienzan: "El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren. Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el 'siempre se ha hecho así', el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo".
Quien reaviva ese don es el Espíritu Santo, "dador de los dones", que "no es un espíritu cobarde, sino de prudencia". En torno a esta idea de prudencia se nucleó el mensaje que transmitió el Papa como directriz para el sínodo: "Alguno piensa que la prudencia es una virtud 'aduana', que detiene todo para no equivocarse. No, la prudencia es una virtud cristiana, es virtud de vida, más aún, la virtud del gobierno... La prudencia no es indecisión, no es una actitud defensiva. Es la virtud del pastor, que, para servir con sabiduría, sabe discernir, sensible a la novedad del Espíritu. Entonces, reavivar el don en el fuego del Espíritu es lo contrario a dejar que las cosas sigan su curso sin hacer nada. Y ser fieles a la novedad del Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración. Que Él, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión".
"¡Cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización!", lamentó Francisco: "Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo".
En la fase final de su homilía, el Papa recordó que San Pablo nos pide "testimoniar el Evangelio, sufrir por el Evangelio, en una palabra, vivir por el Evangelio. El anuncio del Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia: es su misión, su identidad". Dio gracias a Dios por que entre los cardenales hay "mártires que han probado, en la vida, la cruz del martirio". Y recordó que "se sirve el Evangelio no con la potencia del mundo, sino con la sola fuerza de Dios: permaneciendo siempre en el amor humilde, creyendo que el único modo para poseer de verdad la vida es perderla por amor".
Por esos sus últimas palabras fueron para los misioneros y para quienes "han gastado la propia vida" en la Amazonia.