El obispo de Verona, Domenico Pompili, agradeció a Francisco las horas pasadas a lo largo del sábado en la ciudad de Verona, que concluyeron en el estadio Bentegodi con la misa concelebrada de la Víspera de Pentecostés.
Naturalmente, el Espíritu Santo fue el protagonista de la homilía, del mismo modo que "es el protagonista de nuestra vida", porque "es el que nos ayuda a ir adelante, a desarrollar nuestra vida cristiana". Todos los hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, pero también lo llevamos dentro de nosotros: "¿Le escuchamos? ¿O para mí no existe el Espíritu Santo?", se preguntó.
Francisco quiso remarcar la idea del cambio que el Espíritu Santo introduce en nuestra alma poniendo como ejemplo a los apóstoles el día en el que descendió sobre ellos: "Tenían miedo, las puertas cerradas... Vino el Espíritu Santo y cambió su corazón, salieron a predicar con coraje. El Espíritu Santo nos da valentía para vivir la vida cristiana. Y esa valentía cambia nuestra vida".
Nos cambia la vida
Eso debe animar a todos, desde el que confiesa siempre "los mismos pecados" al anciano de noventa años que cree que ya no puede cambiar en los pocos días de vida que le quedan. A ese imaginario anciano el Papa se dirigió para exhortarle: "En un solo día, el Espíritu te puede cambiar la vida, te puede cambiar el corazón".
Por eso, Francisco hizo repetir a los presentes: "El Espíritu te cambia la vida".
Francisco recorriendo el estadio Bentegodi de Verona.
Nos da valor
Pero, además, el Espíritu insufló arrojo a los apóstoles para predicar el Evangelio: "El Espíritu Santo nos da valor para vivir cristianamente. A veces encontramos cristianos que son como el agua tibia: ni frío ni calor. Nos falta el coraje". También a ellos se dirigió para animarles: "¡Reza al Espíritu!".
Y de nuevo hizo repetir a los asistentes a la misa: "El Espíritu nos da valor".
Edifica y armoniza la Iglesia
Por último, Francisco recordó que la efusión del Espíritu el día de Pentecostés unió, cuando los apóstoles hablaron en lenguas distintas, a personas de todas las naciones y culturas. "El Espíritu edifica la Iglesia", sacó como consecuencia: "¿Eso quiere decir que nos hace a todos iguales? ¡No! Todos diferentes, pero con un solo corazón, es el amor el que nos une. Todos redimidos, todos amador por el Padre, todos guiados por Jesucristo. ¿Y qué hace el Espíritu? Unifica".
Por lo cual, por tercera vez pidió a todos que repitiesen esa tercera verdad: "El Espíritu nos armoniza".
Ése ese "el milagro de hoy", concluyó: "Tomar hombres atemorizados y hacerlos valientes; tomar hombres y mujeres de todas las culturas y hacerlos uno, hacer Iglesia; tomar estas personas sin hacerlas iguales, sino haciéndolas armonía".