Tras dirigirse al congreso sobre religiosidad popular, Francisco mantuvo este domingo un encuentro con los obispos, sacerdotes, seminaristas y consagrados en la catedral de Santa María Asunta en Ajaccio (Córcega), y tras el almuerzo y un descanso presidió la misa en la Plaza de Austerlitz para siete mil personas que la abarrotaban.
La llegada de Francisco a la plaza donde presidió la misa. Foto. Vatican Media.
"¿Qué debemos hacer?" Es la pregunta que le hacía el pueblo a Juan el Bautista (Lc 3, 10), pregunta que, dijo el Papa al comenzar sus palabras, "expresa el deseo de renovar la propia vida, de cambiarla a mejor". Todo ello, "para preparar la llegada del Mesías" entonces, y ahora para nosotros "el encuentro con Jesús".
"Es una pregunta que quizá hoy, antes de irnos a la cama, cada uno de nosotros puede hacer como oración", sugirió: "Señor, ¿qué debo hacer para preparar mi corazón para la Navidad?". Y si nosotros también queremos cambiar de vida, y dado que "quien se considera justo no se renueva... lo mejor que podemos hacer nosotros para ser salvados y buscados por Jesús es decir la verdad sobre nosotros mismos: 'Señor, soy un pecador'. Porque Él viene a salvar precisamente a los pecadores".
En ese sentido, hay "dos formas de esperar al Mesías: la espera desconfiada y la espera alegre".
Contra la angustia, el Rosario
Quien espera lleno "de desconfianza y de ansiedad" es quien tiene "la mente ocupada con pensamientos egocéntricos" y "proyectos mundanos" y no espera nada de "la obra de la Providencia", no sabe esperar "con la esperanza que nos da el Espíritu Santo". Pero "cuando la angustia se apodera de nosotros, siempre nos arruina... El cristiano no debe vivir con angustia".
La Virgen de la Misericordia (la 'Madonnuccia' o 'Madunnuccia'), patrona de Ajaccio, junto al altar de la misa. Foto: Vatican Media.
El "consumismo" difunde "estos males espirituales", añadió, pero "una sociedad que vive de consumismo envejece insatisfecha, porque no sabe dar, y quien vive para sí mismo jamás será feliz".
En sintonía con el congreso que acababa de clausurar, Francisco apuntó a las cofradías y hermandades y a su labor litúrgica y caritativa como formas de combatir esa angustia y ese egocentrismo, pero también "a la oración del Rosario, que, bien practicada, nos enseña a tener el corazón centrado en Jesucristo, con la mirada contemplativa de María".
Espera alegre
La segunda forma de esperar a Jesús es la "espera alegre": "No es fácil tener alegría, pero la alegría cristiana no es una alegría despreocupada, superficial, de carnaval. Es una alegría del corazón basada sobre un fundamento muy sólido... Es la confianza en el Señor que está en medio de nosotros".
"Está en medio de nosotros", precisó el pontífice, "cuando hacemos una buena obra, cuando educamos a nuestros hijos, cuando cuidamos a los ancianos; pero no está en medio de nosotros cuando cotilleamos hablando siempre mal de los demás; ahí no está el Señor, estamos solo nosotros".
"La venida del Señor nos trae la salvación, por eso es motivo de alegría", continuó Francisco: "Dios es 'poderoso' y puede redimir nuestra vida... Nuestra alegría no es una consolación ilusoria que nos haga olvidar las tristezas de la vida, es fruto del Espíritu Santo por la fe en Cristo Salvador".
Dos tareas de Adviento
El Papa señaló dos tareas de Adviento: acompañar a los jóvenes en el camino hacia el Bautismo y los sacramentos, y acompañar a los ancianos, que representan "la sabiduría de un pueblo".
En particular, instó a visitar a los padres y abuelos: "¡Cuántos hijos abandonan a sus padres en asilos! ¡Cuántos dejan solos a los ancianos!".