El 23 de octubre, penúltimo domingo del mes, la Iglesia celebrará la 96ª Jornada Mundial de las Misiones, a la que Francisco dirige un mensaje que dio a conocer la Santa Sede en la festividad de la Epifanía del Señor, bajo el lema Para que seáis Mis testigos (Act 1, 8).
Es un año de aniversarios relacionados con las misiones, pues se cumplen:
-cuatro siglos de la creación por Gregorio XV de la Congregación De Propaganda Fide (hoy, Evangelización de los Pueblos);
-doscientos años de la fundación de la Obra de la Propagación de la Fe por la laica francesa Paulina Jaricot, quien organizó oraciones y colectas para los misioneros;
-ciento cincuenta años del nacimiento del Beato Pablo Manna, que fundó la Pontificia Unión Misional para animar y sensibilizar a los sacerdotes sobre la necesidad de las misiones;
-un siglo de la Obra de la Santa Infancia o Infancia Misionera iniciada por el obispo Charles de Forbin-Janson para promover la misión entre los niños;
-y un siglo también de la Obra de San Pedro Apóstol que inició otra seglar, Jeanne Bigard, para fomentas las vocaciones nativas sosteniendo a los seminaristas.
Más que cualquier otro año, pues esta Jornada nos ayuda a recordar "que la Iglesia es misionera por naturaleza", afirma el Papa, quien recordó el texto de los Hechos de los Apóstoles de donde está tomado el lema: "El Espíritu Santo vendrá sobre vosotros y recibiréis su fuerza, para que seáis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra" (1, 8).
En torno a las tres expresiones clave de este versículo se estructura el mensaje de Francisco.
Todos los cristianos, llamados al testimonio
Ser testigos es "el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo", porque "cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo", y la Iglesia "no tiene otra misión sino la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar".
El hecho de que Jesucristo se diriga a los discípulos en plural indica el carácter comunitario de la llamada misionera: "Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia", es decir, la misión se realiza "en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa... Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial".
Pero además, el hecho de que Jesús pida a sus discípulos ser sus testigos indica que les pide "vivir su vida personal en clave de misión". No se trata solo de "dar testimonio", sino de ser "sus testigos": "La esencia de la misión es dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad".
José Manuel Barrio, misionero franciscano en Bolivia, en una foto de 2018. Obras Misionales Pontificias.
Los misioneros, por tanto, no son enviados "a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles".
Y por eso también el testigo más auténtico es el mártir, que da la vida por Cristo, "correspondiendo al don de sí mismo que Él nos hizo".
"Para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos", insiste Francisco: el ejemplo y el anuncio "van juntos" y son "dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera".
Universalidad de la misión
La mención a "los confines de la tierra" indica "el carácter universal de la misión de los discípulos", y de hecho éstos lo cumplen como en "círculos concéntricos" desde Jerusalén.
También hoy, "a causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países". Su presencia en las parroquias de los países de acogida las hace así "más universales, más católicas", y esos migrantes cristianos deben ser objeto de una especial atención pastoral, porque además ellos pueden ayudar a los fieles locales "a redescubrir la alegría de la fe cristiana".
Por otro lado, a pesar de la mejora en las comunicaciones en el mundo moderno, todavía hay lugares donde los misioneros no han llegado, por un lado, y por otro, "ninguna realidad humana es extraña a la atención de los discípulos de Cristo en su misión". Son dos razones por las que la Iglesia debe estar siempre "en salida" hacia "nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas 'límites', para dar testimonio de Cristo y de su amor".
Inspirados por el Espíritu Santo
Por último, el Papa recuerda el papel rector del Espíritu Santo en la obra misionera de la Iglesia: "Fue inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús cuando por primera vez se dio testimonio de Cristo muerto y resucitado con un anuncio kerigmático, el denominado discurso misionero de San Pedro a los habitantes de Jerusalén".
Del mismo modo, cuando los cristianos se sientan "cansados, desanimados, perdidos" en su labor evangelizadora, han de "acudir al Espíritu Santo en la oración" para dejarse reconfortar y fortalecer por Él: "El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado".
"Sigo soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas", concluye el Papa: "Ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor".