Francisco concluyó este miércoles, en la tradicional audiencia general de la Plaza de San Pedro, su catequesis sobre las virtudes teologales. Tras la fe y la esperanza de las dos semanas anteriores, llegaba el turno del "culmen de todo el itinerario" con la caridad.
El Papa se guio por la primera carta de San Pablo a los Corintios, "más bien pendencieros", cuya comunidad "distaba mucho de ser perfecta en el amor fraterno". Por eso el apóstol les recuerda que "la ciencia engríe, mientras que la caridad edifica".
Una confusión sobre el amor
Ese engreimiento hace que uno se engañe a sí mismo: "Quién sabe", dijo el pontífice, "tal vez nadie en la comunidad de Corinto pensara que había pecado y aquellas duras palabras del Apóstol sonaban un poco incomprensibles para ellos. Probablemente todos estaban convencidos de que eran buenas personas y, al ser interrogados sobre el amor, habrían respondido que el amor era, sin duda, un valor importante para ellos".
El Papa dedicó su intervención a deshacer esa confusión sobre el amor, una palabra que hoy "está en boca de todos, de muchos influencers y en los estribillos de muchas canciones".
El amor del que habla San Pablo "no es el amor que sube, sino el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que está oculto". No se puede confundir el amor tal como suele entenderse con la caridad, "virtud teologal, amor que viene solo de Dios".
Como es habitual, el Papa recorrió la Plaza de San Pedro bendiciendo personas y objetos. Foto: Vatican Media.
El enamoramiento y la amistad, el amor a la patria o el amor universal a toda la humanidad son también amores, señaló Francisco, "pero hay un amor más grande, que viene de Dios y se dirige a Dios, que nos empuja a amar a Dios, a convertirnos en sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama, con el deseo de compartir la amistad con Dios".
Su característica principal es que, "por causa de Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos; es amor por los pobres, por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es amor por lo que nadie amaría, incluso por el enemigo", dijo, recordando el Sermón de la Montaña (Lc 6, 32-35) . Es 'teologal', es decir, viene de Dios, es obra del Espíritu Santo en nosotros".
El perdón y los enemigos
"Es un amor difícil", continuó el Papa, "incluso imposible de practicar si no se vive en Dios. Nuestra naturaleza humana nos hace amar espontáneamente lo que es bueno y bello. En nombre de un ideal o de un gran afecto podemos incluso ser generosos y realizar actos heroicos. Pero el amor de Dios va más allá de estos criterios. El amor cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón. ¡Qué difícil es perdonar, cuánto amor requiere perdonar! El amor cristiano bendice a los que maldicen. Y nosotros estamos acostumbrados, frente a un insulto o maldición, a responder con otro insulto, con otra maldición".
"Es un amor tan audaz que parece casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros", concluyó Francisco, pues es "la 'puerta estrecha' (Mt 7, 13) por la que debemos pasar para entrar en el Reino de Dios. Porque al atardecer de la vida no seremos juzgados por el amor genérico, sino precisamente por la caridad, sobre el amor que nosotros hemos tenido en concreto... ¡Adelante y valentía!".