El Papa ha proseguido este miércoles en la Audiencia General con el ciclo de catequesis centradas en la figura de San José, centrándose en esta ocasión en su condición de carpintero, de un hombre trabajador que luchaba para sacar a su familia adelante.
De este modo, Francisco explicó a los presentes que “Jesús adolescente aprendió del padre este oficio. Por eso, cuando de adulto empezó a predicar, sus paisanos asombrados se preguntaban: ‘¿de dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?, y se escandalizaban a causa de él, porque era el hijo del carpintero, pero hablaba como un doctor de la ley, y se escandalizaban de esto.
Por ello, al observar este dato de José y de Jesús el Santo Padre quiso tener un pensamiento para “todos los trabajadores del mundo, de forma particular en aquellos que hacen trabajos duros en las minas y en ciertas fábricas; en aquellos que son explotados con el trabajo en negro; en las víctimas del trabajo ―hemos visto que en Italia últimamente ha habido varias―; en los niños que son obligados a trabajar y en aquellos que hurgan en los vertederos en busca de algo útil para intercambiar...”.
“Todos estos son hermanos y hermanas nuestros, que se ganan la vida así, ¡con trabajos que no reconocen su dignidad! Pensemos en esto. Y esto sucede hoy, en el mundo, ¡esto sucede hoy! Pero pienso también en quien está sin trabajo: cuánta gente va a llamar a las puertas de las fábricas, de las empresas: ‘Pero, ¿hay algo que hacer?’ – ‘No, no hay, no hay…’. ¡La falta de trabajo! Y pienso también en los que sienten heridos en su dignidad porque no encuentran este trabajo. Vuelven a casa: ‘¿Has encontrado algo?’ ― ‘No, nada… he ido a Cáritas y traigo pan’”, contaba el Papa.
Sin embargo, recordó que lo que da dignidad no es llevar el pan a casa sino “ganar el pan”, por lo que insistió en que “si nosotros no damos a nuestra gente, a nuestros hombres y a nuestras mujeres, la capacidad de ganar el pan, esto es una injusticia social en ese lugar, en esa nación, en ese continente. Los gobernantes deben dar a todos la posibilidad de ganar el pan, porque esta ganancia les da dignidad. El trabajo es una unción de dignidad y esto es importante”.
Profundizando en ello, Francisco consideró que “no se tiene lo suficientemente en cuenta el hecho de que el trabajo es un componente esencial en la vida humana, y también en el camino de santificación”.
Según lo explicó, “trabajar no solo sirve para conseguir el sustento adecuado: es también un lugar en el que nos expresamos, nos sentimos útiles, y aprendemos la gran lección de la concreción, que ayuda a que la vida espiritual no se convierta en espiritualismo. Pero lamentablemente el trabajo es a menudo rehén de la injusticia social y, más que ser un medio de humanización, se convierte en una periferia existencia”.
“Es hermoso pensar que Jesús mismo trabajó y que aprendió este arte propio de san José. Hoy debemos preguntarnos qué podemos hacer para recuperar el valor del trabajo; y qué podemos aportar, como Iglesia, para que sea rescatado de la lógica del mero beneficio y pueda ser vivido como derecho y deber fundamental de la persona, que expresa e incrementa su dignidad”, concluyó Francisco su catequesis.