“Allí nos visitó el Señor, «sol que nace de lo alto» (Lc 1,78). Desde allí, la luz de la fe se propagó por el mundo entero. Allí han surgido los frescos manantiales de la espiritualidad y del monacato. Allí se conservan ritos antiguos únicos e inestimables riquezas del arte sacro y de la teología; allí pervive la herencia de los grandes Padres en la fe. Esta tradición es un tesoro que hemos de custodiar con todas nuestras fuerzas, porque en Oriente Medio están las raíces de nuestras mismas almas”.
Así defendió el Papa, en el acto con los patriarcas orientales y algunos líderes de las comunidades ortodoxas celebrado este sábado en el paseo marítimo de Bari, la esencia cristiana de Tierra Santa y de toda la gran región donde tuvieron lugar los acontecimientos que narran el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Francisco había llegado a primera hora de la mañana a la capital de la Puglia (Apulia), en el sureste italiano. A las puertas de la basílica pontificia de San Nicolás, donde se custodian desde el siglo XI los restos de este santo, patrón de Rusia, recibió a los participantes en el encuentro.
Todos juntos descendieron luego a la cripta, donde veneró de rodillas sus reliquias y encendió la “lámpara de una sola llama”, que simboliza la unidad de la Iglesia.
Desde allí se dirigieron al acto de oración por la paz en Oriente Medio y el ecumenismo, y en particular por los cristianos perseguidos en aquella región, “personas que viven en situación de gran sufrimiento”. “A ellos les decimos: «Estamos cerca de vosotros»”, aseguró el Sumo Pontífice.
Lamentó la “densa nube de tinieblas” que oscurece esa zona del mundo: “Guerra, violencia y destrucción, ocupaciones y diversas formas de fundamentalismo, migraciones forzosas y abandono, y todo esto en medio del silencio de tantos y la complicidad de muchos”.
Y alertó sobre el éxodo de cristianos: “Oriente Medio se ha vuelto una tierra de gente que deja la propia tierra. Y existe el riesgo de que se extinga la presencia de nuestros hermanos y hermanas en la fe, desfigurando el mismo rostro de la región, porque un Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio”.
Oración conjunta del Padrenuestro por las intenciones que antes habían expresado los patriarcas y el Papa.
“Recemos unidos para pedir al Señor del cielo esa paz que los poderosos de la tierra todavía no han conseguido encontrar”, exhortó. Y evocando las palabras de Caín rechazando ser el guardián de su hermano, hizo suyo el “grito” por la paz “de tantos Abeles de la actualidad que sube al trono de Dios”.
“La indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de la indiferencia. Queremos dar voz a quien no tiene voz, a quien solo puede tragarse las lágrimas, porque hoy Oriente Medio llora, hoy sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas”, concluyó.