Tras llegar a Madagascar el viernes por la tarde, este sábado por la mañana Francisco celebró su primer acto oficial en el país, con un encuentro con las autoridades malgaches en el Ceremony Building de la capital Antananarivo.

Ante el presidente Andry Rajoelina, el Papa evocó el fihavanana, un valor que figura en la constitución de Madagascar para encarnar el espíritu de compartir, ayuda mutua y solidaridad y también "la importancia del parentesco, la amistad, y la buena voluntad entre los hombres y con la naturaleza". "Si tenemos que reconocer, valorar y agradecer esta tierra bendecida por su belleza e incontable riqueza natural", añadió, "no es cosa menor hacerlo también por esa 'alma' que les brinda la fuerza para permanecer comprometidos con la aina (es decir con la vida) como bien lo recordó el Rev. Padre Antonio de Padua Rahajarizafy, S.J."

Antonio de Padua Rahajarifazy (1911-1974) fue superior de los jesuitas en Madagascar. Escribió una Filosofía malgache y también El perfume o la sabiduría de los ancestros, que fue prohibida por su impacto anticolonialista.

Francisco recordó a las autoridades que "la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables". Les pidió que fomentasen "las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil".

"Los aliento a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana", añadió el Papa.

En línea con sus cada vez más insistentes llamados medioambientales, Francisco dijo que "no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común" y criticó "la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos": "Las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas. La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales".

Aunque reconoció la ayuda a Madagascar de las organizaciones internacionales, el Papa alertó del riesgo de que "se transforme en una supuesta 'cultura universal' que menosprecie, menoscabe y suprima el patrimonio cultural de cada pueblo. La globalización económica, cuyos límites son cada vez más obvios, no debería generar una homogeneización cultural".

Una advertencia que parece ir en la línea de la formulada recientemente por el cardenal Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, en la cercana Suráfrica, en el sentido de que "la colonización ideológica intenta eliminar la influencia cristiana en la cultura africana".