Francisco celebró este lunes por la mañana en la basílica de San Pedro en el Vaticano la misa de la Epifanía del Señor. En la homilía destacó a los Reyes Magos como modelo de la adoración que debe caracterizar la vida y la oración del cristiano.
"La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su camino", recordó tras leer el texto de San Mateo: "Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros".
De hecho, dijo, el Evangelio plantea como contra-ejemplo algunos personajes "que no logran adorar".
Como Herodes, que "sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras". ¿Qué nos enseña esto?, se preguntó Francisco: "Que el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo. E incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene... Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios".
O como los jefes de los sacerdotes y los escribas, que lo sabían todo sobre el Mesías pero no lo supieron reconocer: "También de esto podemos aprender una lección. En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios... Cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar. Conocemos el rostro de Jesús estando cara a cara con Él".
Un momento de la oración del Angelus, posterior a la misa de la Epifanía del Señor. En el Angelus, el Papa señaló cómo distinguir "al verdadero Dios de los ídolos traidores", como el dinero, el poder o el éxito. Éstos "nos atan a ellos, nos hacen ídolo-dependientes, mientras que Dios "nos abre caminos de novedad y de libertad, porque es Padre que está siempre con nosotros para que crezcamos".
"Adorar es poner al Señor en el centro para no estar más centrados en nosotros mismos", perfiló el Papa: "Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios".
Y esto se aplica de forma fundamental en la oración, porque "adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas".
El Papa insistió luego en que "la adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él".
Debemos "rezar adorando: la oración de adoración", concluyó el Papa, que invitó a todos a preguntarse: "¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la adoración en nuestras comunidades?"