El Papa continúa con el viaje más largo de su pontificado y en la mañana de este 8 de septiembre presidió la Santa Misa en el Estadio Sir John Guise de Puerto Moresby, en Papúa Nueva Guinea. Francisco se reunió con más de 35.000 fieles a los que animó a, "abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida".
En su homilía, sobre el Evangelio de San Marcos 7,31-37, en el que se relata la curación de un sordomudo, el Papa Francisco destacó que puede suceder que en los fieles exista "una sordera interior y un mutismo del corazón". Estas dos realidades, advirtió, son la raíz de todo lo que "nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar".
"Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos; y de la alegría de vivir. Hermanos y hermanas, ante esta lejanía, Dios responde con la cercanía de Jesús. En su Hijo, Dios nos quiere mostrar sobre todo esto: que Él es el Dios cercano, compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia", continuó.
"Con su cercanía, Jesús sana la sordera y la mudez del hombre; en efecto, cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos —de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros—, entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo".
Por todo ello, destacó el Papa, "hoy el Señor, como hizo con el sordomudo, quiere acercarse a ustedes, abatir las distancias, hacerlos sentir que están en el centro de su corazón y que cada uno es importante para Él, quiere sanarles su sordera y su mudez. Hoy a cada uno de ustedes les dice: 'Ábrete'". "Esto es lo más importante: abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida".
"Abrámonos a Dios y a su Palabra —continuó el Santo Padre— abrámonos al Evangelio, abrámonos a la fe de la Iglesia y, de esta manera, seremos capaces de comunicarnos entre nosotros y edificar una sociedad distinta, también aquí, en Papúa Nueva Guinea". "Que ninguno de ustedes permanezca sordo y mudo frente a esta invitación. En este camino los acompaña el beato Juan Mazzucconi que, entre tantos inconvenientes y hostilidades, trajo a Cristo en medio de ustedes, para que ninguno quedara sordo frente al alegre mensaje de salvación, y a todos se les pudiera soltar la lengua para cantar el amor de Dios".
Uno de los momentos más llamativos de la misa fue el de la consagración cuando los músicos tocaron unos tambores de forma tubular en señal de respeto. Al concluir la misa, el cardenal John Ribat, Arzobispo de Port Moresby recordó el trabajo realizado por muchos misioneros en Papúa Nueva Guinea, donde "trabajaron mucho para construir la Iglesia" durante "142 años, y este desarrollo no se produjo sin dificultades".
En el rezo del Ángelus, el Pontífice encomendó a la Virgen María "el camino de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Que María, Auxilio de los cristianos —María Helpim— los acompañe y los proteja siempre". "Y desde esta tierra bendecida por el Creador, quisiera invocar junto a ustedes, por intercesión de María Santísima, el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación".
Puedes ver aquí completa la misa con el Papa en Papúa Nueva Guinea.
"No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas. María Helpim, Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana", resaltó. "Y hoy, que en nuestro calendario litúrgico es la fiesta de la Natividad de la Virgen María, nuestros pensamientos se dirigen al Santuario de Lourdes que ha sido inundado debido a fuertes lluvias recientes", concluyó el Papa Francisco.
Al final de la misa, Francisco se encontró con el Primer Ministro de Papúa Guinea, James Marape, una cita que estaba programada para las 7:00 a.m., antes de la Eucaristía.
Con los fieles de la lejana Vanimo
Ya por la tarde, hora local, el Papa se reunió con los fieles de la apartada región de Vanimo, a unos 1.000 kilómetros de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, de 11.000 habitantes y enclavada entre el mar y la selva.
"Ustedes aquí son 'expertos' de belleza porque están rodeados de ella. Viven en una tierra magnífica, rica en una gran variedad de plantas y aves, donde uno se queda con la boca abierta ante los colores, sonidos y olores, y el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que evoca la imagen del Edén. Sin embargo, esta riqueza se las confía el Señor como un signo y un instrumento, para que ustedes también puedan vivir así, unidos en armonía con Él y con los hermanos, respetando la casa común y cuidándose mutuamente", comenzó diciendo el Papa.
"Nuestra misión es precisamente esta: difundir por doquier, mediante el amor de Dios y de nuestros hermanos, la belleza del Evangelio de Cristo. Hemos escuchado cómo algunos de ustedes, para hacer esto, afrontan largos viajes, para llegar incluso a las comunidades más lejanas, a veces dejando sus casas, como nos contó Steven. Llevan a cabo algo muy lindo, y es importante que no se queden solos, sino que toda la comunidad los apoye, para que puedan cumplir su mandato con serenidad, sobre todo cuando tienen que conciliar las exigencias de la misión con las responsabilidades familiares", añadió Francisco.
El Papa propuso que les ayudáramos "de otra manera, y es que cada uno de nosotros promueva el anuncio misionero allí donde vive, es decir, en la casa, en la escuela, en los ambientes de trabajo; para que, en todas partes, en la selva, en las aldeas o en los pueblos, a la belleza del paisaje corresponda la belleza de una comunidad en la que las personas se aman, como nos enseñó Jesús".
Encuentro con los fieles de Vanimo.
"Formaremos así, cada vez más, como una gran orquesta ―como tanto le gusta a María Joseph, nuestra violinista―, capaz, con sus notas, de acabar con las rivalidades, de vencer las divisiones ―personales, familiares y tribales―, de expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición y la magia; de terminar con los comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación, el consumo de alcohol y drogas ―males que aprisionan y hacen infelices a tantos hermanos y hermanas, también aquí―. No lo olvidemos: el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar al mundo, porque tiene sus raíces en Dios", concluyó.